miércoles, 18 de febrero de 2015

Michael Ende

Texto: Paco Cid Jiménez, Sonia B. García Romero y Eva Mª Maroto Fernández en Educac
Imagen: Michael Ende



Escritor alemán, de tendencia fantástica. Durante sus estudios alternó la escritura con el teatro. En 1961 recibió el premio al mejor libro infantil publicado en Alemania, por Jim Botón y Lucas el Maquinista.

Pero las obras que le han hecho internacionalmente conocido son Momo y La historia interminable. 

En sus creaciones, Ende refleja la soledad que padecen los niños de la era consumista, un concepto diferente del espacio y del tiempo, la riqueza literaria del miedo. 

Sus protagonistas son niños-héroes acostumbrados a sobrellevar la soledad por medio de la fantasía. Tras la guerra se derrumba la estructura familiar tradicional en Alemania; los alemanes pretenden olvidar el horror vivido dedicándose al consumo y la diversión. De ahí que Ende, a lo largo de toda su obra, mitificara a los miembros más pequeños de las familias alemanas, muchas de ellas familias de hijo único. 

A partir de los años 60, la soledad en que se veían los niños alemanes (recordemos los ‘niños de las llaves’, quienes pasaban la mayor parte del tiempo solos, con unos padres que trabajaban todo el día), sería ‘aprovechado’ por Ende para suplir esta soledad con la fantasía. Momo, Lena o Bastián son niños que han asumido la condición de la infancia solitaria.

El realismo en esa época se imponía en la literatura infantil, así que los libros fueron considerados por algunos críticos como ‘inadecuados’ para la infancia. Sin embargo, los pequeños lectores de Ende demandaban sus libros, pues en ellos podían dar rienda suelta a su imaginación. El simple hecho de girar sus páginas se convierte en una fórmula mágica para traspasar fronteras.

En la Historia interminable, es la propia Fantasía la que se encuentra en peligro, y necesita de la imaginación de un niño para salvarse.

Por otro lado, en los libros de Ende la eternidad es una realidad, como lo es para los niños, quienes no son conscientes del pasar del tiempo, y que viven en una sucesión de presentes, en la que lo importante siempre es el ahora. Es la propuesta de fondo en Momo, el volver a la vida en la que el concepto de ‘tiempo’ que todos conocemos no existe y no pasa para el protagonista, pues los que pasamos somos nosotros. 

Los protagonistas de Ende viven en espacios creados artificialmente, unas veces reflejan el desastre, otras los muestran como algo natural. Momo, por ejemplo, vive en un anfiteatro abandonado, una ruina de la cultura del hombre. 

Otros libros de Ende son Tragasueños, El espejo en el espejo, El dragón y la mariposa y, por último, Jojo: historia de un saltinbanqui (teatro).


Sobre la voluntad y los deseos

Es bien conocido el pasaje de La historia interminable en donde Bastian y Graógraman hablan sobre la naturaleza de los deseos y la voluntad, menos conocido el diálogo de Ajasver Tubal y Cyril Abercomby en La prisión de la libertad o las enseñanzas de Rosamarino Silber en La escuela de magia; pero los tres fragmentos tratan de lo mismo, un tema que sin duda era de los predilectos de Michael Ende, y que leídos en conjunto pueden resultar más esclarecedores. 

Copio textual los párrafos: 


- Lo que no entiendo es otra cosa -trató de explicar Bastián-. ¿Todo está ahí sólo cuando yo lo deseo? ¿O estaba ya antes y únicamente lo adivino de algún modo?
- Las dos cosas -dijo Graógraman.
- Pero, ¿cómo puede ser? -exclamó Bastián casi con impaciencia-. Tú llevas ya quién sabe cuánto tiempo aquí, en el Desierto de Colores de Goab. La habitación de tu palacio me esperaba desde siempre. Sikanda, la espada, me estaba destinada desde tiempo inmemorial... ¡Tú mismo lo has dicho!
- Así es, señor.
- Pero yo... ¡yo estoy sólo desde ayer por la noche en Fantasía! ¡Por lo tanto, no es verdad que todo exista sólo desde que estoy aquí!
- Señor -respondió el león serenamente- ¿no sabes que Fantasia es el reino de las historias? Una historia puede ser nueva y, sin embargo, hablar de tiempos remotos. El pasado surge con ella.
La historia interminable



******* *******

- Había un hombre -comenzó al fin- (quizá habéis oído hablar de él) que hace unos años descubrió las ruinas de la antigua Troya.
- ¿Os referís a Schliemann?
- Sí, me refiero a él, ése era su nombre. ¿Creéis que fue Troya lo que descubrió? ¿Por qué era Troya? Porque la buscó allí, como los cazadores que persiguen al ciervo. Por eso Troya estaba allí. ¿Comprendéis lo que quiero decir?
- No estoy seguro -Contestó Cyril-. ¿Tratáis de decir que antes no había nada allí?
De nuevo Tubal sacudió su gran cabeza y chasqueó la lengua.
- ¿Por qué no comprendéis? Como la encontró, estuvo siempre allí.
Hubo un silencio; luego el viejo emitió un sonido ronco que podía ser una ahogada carcajada.
- De este modo los hombres encuentran todo: los huesos de monstruos prehistóricos y de animales-hombre. ¿Por qué? Porque buscan. Y así han creado el mundo, pieza por pieza, y dicen que ha sido Dios. Pero mirad qué mundo han hecho, lleno de espejismos y contradicciones, de crueldad y violencia, de avaricia y sufrimiento, sin sentido en lo grande y en lo pequeño. Y decidme: ¿cómo va a haber creado Dios, al que llaman justo y santo, tanta imperfección? El hombre es el creador de todo y no lo sabe. No quiere saberlo porque tiene miedo de sí mismo, y con razón.Tampoco Colón, cuando descubrió el Nuevo Mundo, quería creer que lo había creado él a través de su búsqueda, pues pensaba en buscar otra cosa.
La prisión de la libertad


******* *******

- ¿Qué significa? -preguntó-. «HAZ LO QUE QUIERAS.» Eso quiere decir que puedo hacer lo que me dé la gana, ¿no crees?
El rostro de Graógraman pareció de pronto terriblemente serio y sus ojos comenzaron a arder.
- No -dijo con voz profunda y retumbante-. Quiere decir que debes hacer tu Verdadera Voluntad. Y no hay nada más difícil.
- ¿Mi Verdadera Voluntad? -repitió Bastián impresionado-. ¿Qué es eso?
- Es tu secreto más profundo, que no conoces.
- ¿Cómo puedo descubrirlo entonces?
- Siguiendo el camino de los deseos, de uno a otro, hasta llegar al último. Ese camino te conducirá a tu Verdadera Voluntad.
- No me parece muy difícil -opinó Bastián.
- Es el más peligroso de todos los caminos -dijo el león.
- ¿Por qué? -preguntó Bastián-. Yo no tengo miedo.
- No se trata de eso -retumbó Graógraman-. Ese camino exige la mayor autenticidad y atención, porque en ningún otro es tan fácil perderse para siempre.
La historia interminable


******* *******

- Precisamente por eso es por lo que os hablaba de los verdaderos deseos-explicó el señor Silber-, pues solamente puede encontrarlos quien vive su verdadera historia.
- ¿Su propia historia? -preguntó Mali- ¿Es que cada uno tiene una?
- Aquí está el meollo de la cuestión, a lo que yo quería llegar: No, cada uno no, ni mucho menos -respondió suspirando el profesor-, aunque aquí, en Deseolandia, salimos relativamente bien parados. Pero fuera de aquí, en el mundo cotidiano, la mayoría de la gente jamás vive su propia historia. Tampoco le conceden ninguna importancia a eso. Lo que hacen y lo que les ocurre lo podría hacer cualquier otro y le podría ocurrir a cualquier otro ¿No es así? -dijo volviendo su mirada hacia mí, que estaba en el último banco.
Asentí, sorprendido, y me puse un poco colorado.
-Y por eso -añadió el señor Silber retomando su discurso- jamás se les ocurre descubrir sus verdaderos deseos. La mayoría de la gente solo cree saber lo que desea. Uno piensa, por ejemplo, que le gustaría ser un médico famoso, o profesor de universidad, o ministro, pero su verdadero deseo, que él no conoce en absoluto, es ser un simple y buen jardinero. Otro piensa que le gustaría ser rico o poderoso, pero su verdadero deseo es ser payaso de circo. Mucha gente piensa, también, que desearía de verdad que a todos los seres humanos del mundo les fuera bien, que todos pudieran ser felices y vivir contentos, que todos fueran amables con los demás, que triunfara la verdad y reinara la paz... Muchos de ellos se asombrarían si conocieran sus verdaderos deseos. Sólo creen que desean todo eso porque les gustaría verse a sí mismos como personas virtuosas o buenas. Pero el que de verdad les guste no significa obligatoriamente que lo deseen de verdad. Sus deseos reales se orientan a menudo hacia otras cosas completamente distintas; incluso a veces justamente hacia lo contrario. Por eso jamás están real y completamente de acuerdo consigo mismos. Y como los deseos ajenos son de historias ajenas, ellos jamás viven su propia historia. Y por eso, naturalmente tampoco pueden hacer magia.
La escuela de magia



******* *******
- Y ahora -prosiguió el señor Silber- os voy a enseñar la primera y más importante regla de la capacidad de desear:
Se levantó y escribió en la pizarra:
1. Sólo puedes desear realmente aquello que consideras posible.
2. Sólo puedes considerar posible aquello que forma parte de tu historia.
3. Sólo forma parte de tu historia aquello que verdaderamente deseas.
La escuela de magia

Volar

Texto: Patricia López en Revista Babar no. 19 
Imagen: ---



Hace mucho, hubo un tiempo en que la fantasía no se diferenciaba, en nada, de la realidad. Todo el mundo estaba ocupado por el espíritu que crea FANTASÍA, y de ésta a la realidad, iban y volvían como si de uno mismo se tratara... Pues no existían fronteras, ni límites; no existía el horizonte, ni el principio, ni el final. Sólo existía la eternidad de ese espíritu. El que se ve reflejado en todas las miradas no vacías, en todos los ojos que desprenden luz cuando miran.

En aquel tan lejano tiempo, el mundo de FANTASÍA era inmenso, infinito. Poseía muchas riquezas, tales como la verdadera voluntad de cada uno..., pero ahora Fantasía está a punto de expirar. De ella queda tan sólo su recuerdo, y sueños. Muchos sueños, los sueños que hemos ido sembrando a lo largo de nuestras vidas (algunos a medio soñar), y que han ido a parar allí, a un baúl lleno de polvo...

Porque ahora, ¿qué somos? Salimos a la calle, y sólo vemos gente vacía, sin sentimientos... Toda la sociedad que nos rodea. Y si nos fijamos bien, a lo mejor vemos en la mirada de algunos, esa pequeña luz. Vemos en sus ojos a Fantasía reflejada, y entonces pensamos: -Ese alguien, irá de deseo en deseo, siguiendo ese camino, hasta llegar al último. Desde allí, el espíritu de Fantasía hasta su verdadera voluntad, la que en su corazón le fue marcado. Y entonces, sobrevivirá...

Por desgracia poca gente sabe, que de la realidad a la fantasía sólo hay un paso. El paso que hay que dar, es el sueño.

Ahora que aún podemos, cojamos cualquier libro y dejemos que el espíritu de Fantasía, allí encerrado, salga. Y nos haga soñar. Si conseguimos con nuestros sueños que no muera Fantasía, sabremos con seguridad que nunca abandonaremos el vuelo...

NUNCA DEJAREMOS DE VOLAR.

martes, 10 de febrero de 2015

La diosa de la fantasía

Texto: Gibran Khalil Gibran
Imagen: Beatriz Colom



Hombre, te he llamado porque soy
la Diosa de la Fantasía. Te he
concedido el honor de presentarte
ante mí, la reina de las praderas
de los sueños. Escucha mis órdenes
porque te designo para que las
prediques a toda la raza humana.
Explica a los hombres que la ciudad
de los sueños es una fiesta de
casamiento a cuya puerta se

halla de guardia un poderoso
gigante. Nadie puede entrar
si no usa ropas de casamiento.

Haz de saber que esta ciudad es un
paraíso cuyo centinela es el ángel del Amor; ningún ser
humano puede entrar si no lleva
inscripto en la frente el signo
del Amor. Descríbeles estos
hermosos campos, cuyos ríos
fluyen con néctar y vino, cuyos
pájaros navegan por los cielos y cantan
con los ángeles. Describe el perfume
cromático de sus flores y comunica
que sólo el Hijo del Sueño puede
pisar su muelle pasto.

Haz saber que di al hombre una copa
de alegría, pero que él, en su
ignorancia, la derramó. Entonces
los ángeles de la Oscuridad llenaron
la copa con el brebaje de la
aflicción, que el hombre bebió
hasta embriagarse.

Soy una metáfora que abarca la
realidad y soy la realidad que
revela la unidad del espíritu
y un testigo que confirma los
hechos de los dioses.
En verdad te digo que las
ideas tienen una morada
superior al mundo visible
y que en sus cielos no navegan
las nubes de la sensualidad.

La imaginación se abre
camino al reino de los dioses
donde el hombre puede
vislumbrar lo que hay después
de la liberación del alma
del mundo de la sustancia.

- Proclamo que quien no
pasa sus días en el reino
de los sueños es esclavo de
los días.


Donde la filosofía termina, la poesía debe comenzar

Texto: Maria del Pilar Torres Anguiano en Los motivos de la marea 
Imagen: Edgar Ende



La relación entre Filosofía y Literatura es importante, no sólo en el contexto de la filosofía romántica e idealista, sino en la llamada post modernidad.

Karl Wilhelm Friedrich von Schlegel1 (1772-1829, el autor cuya frase da título a este escrito, es famoso por sus aforismos e ironías. Como dice Humberto Eco, el juego metalingüístico de la ironía corre siempre el riesgo de no entenderse y, con ello, de ser rechazado. Pero es que ese riesgo es la máxima cualidad de la ironía, el hecho de que siempre hay alguien que toma el discurso irónico como si fuese serio.

De cualquier forma, irónico o no, el trasfondo de esta afirmación romántica tiene implicaciones muy amplias. A fin de cuentas, se trata de discutir sobre la relación existente entre la filosofía y la literatura.

Podríamos iniciar nuestro comentario con la siguiente frase:

“Diálogo, aforismo, carta, ensayo, tratado, plegaria, autobiografía, meditación, fragmento, poema didáctico, manual [...], la forma literaria de la filosofía tiene muchos rostros.”2

Hay que decir que parece admisible a simple vista que, a partir del texto literario, ya sea novela, cuento corto o poema, podemos iniciar una reflexión filosófica en la comunidad de investigación en el aula. Pero debemos preguntarnos si esto es realmente así y, de serlo, por qué. Es decir, si es viable esta proposición o solo se trata de retórica.

Esta relación, la de poesía y filosofía, no sólo es importante en el contexto de la filosofía de la cultura, sino que es un tema casi obligado de la filosofía contemporánea, por ejemplo, en el centro de la Teoría Crítica y de las diversas posiciones Postestructuralistas el debate sobre la relación entre Filosofía y Literatura se vincula al de la relación entre pensamiento y lenguaje. Tal vez el argumento de alguien apegado a Foucault diría en que lo de menos es si se tratase de un texto filosófico o uno poético: de todos modos es un discurso del cual no puede escaparse.

Para algunos, los límites entre estas dos disciplinas son precisos: la Filosofía se sirve de un discurso racional al que el mundo de la Literatura renuncia. Para otros, los límites son más bien difusos y hay quien llega a decir que en la actualidad son inexistentes, ya que toda Filosofía es Literatura.

Si hacemos un poco de historia sobre la relación entre estas dos disciplinas, nos encontramos que, en su origen, la Filosofía se expresa en formas literarias: el Poema de Parménides, los aforismos de Heráclito o los Diálogos de Platón. Esta relación tan estrecha, sufre un alejamiento en la época medieval, pero reaparece con brío en el Renacimiento. En efecto, el Humanismo renacentista se plantea como una ruptura con la tradición filosófica medieval, caracterizada por su estructura racionalista y fundamentalmente preocupada por el problema del ser; en los textos filosóficos de la Edad Media, el modo de aproximarse al ser es mediante el concepto, por lo que el discurso del saber ontológico corresponderá exclusivamente al lenguaje lógico.

Los humanistas renacentistas, por el contrario, plantean que la vía de acceso al ser es el lenguaje y aceptan la multiplicidad de significaciones de las palabras en cada situación concreta dentro de la historicidad del mundo humano.

Por ello, la metáfora adquiere prioridad sobre el concepto y la intuición, sobre la argumentación. Se puede decir que el humanismo renacentista apunta a otra forma de concebir el lenguaje, el conocimiento y el ser mismo. Para los humanistas, la facultad inventiva o creadora del ser humano no es la razón, sino el ingenio, que nos permite crear mundos nuevos, acordes con las necesidades históricas, generando continuamente nuevos significados:

“Descubriendo las relaciones de semejanza entre las cosas, el hombre ingenioso hace concepto agudo y sutil de aquélla realidad nueva que no puede ser deducida racionalmente.”(2)

El humanismo revalora la retórica y el mito y consideran que la imagen y la metáfora son indispensables para representar el devenir del ser, que no puede ser captado por la abstracción del lenguaje racional.

“Hay muchas posibilidades de decir la verdad. La parábola y el cuento es una de las mejores, porque en ellas uno puede limitarse a lo absolutamente esencial”. (2)

Desde una perspectiva más contemporánea y, en el encuadre de la interdisciplinareidad que parece ser el imperativo de nuestra época, el planteamiento de las relaciones entre Filosofía y Literatura se relaciona con el problema de los tipos de racionalidad y las modalidades discursivas. Por otra parte, podemos abordar el problema desde la consideración de la Filosofía y la Literatura como disciplinas con sus respectivos lenguajes, o bien, como distintos modos de aproximación a lo real, es decir, modos de obtener conocimiento sobre el mundo, formas de vida, sistemas de valores, creencias, etc. Puede decirse a grandes rasgos que lo que un texto significa se puede clasificar en las siguientes categorías:

-la referencia a objetos

-la comunicación de contenidos

-la presentación de nociones generales y sentido

En el caso del texto literario nos encontramos que no se refiere directamente a la realidad, sino que construye una relación con esta de manera indirecta, por ello el conocimiento literario no está contenido en los textos, sino que se desarrolla en el proceso de comprensión en el que el significado es mostrado.

En el caso del texto filosófico, señalamos dos posibilidades, dos modos de conocimiento con sus respectivas formas de expresión:

- el de la ciencia, argumentativo, que asume la forma discursivo-deliberativa;

-el de la literatura, indirecto, mostrativo, no proposicional.

Cada uno de estos posibles caminos corresponde a una concepción de conocimiento filosófico. En el primer caso, se trata de un conocimiento proposicional., argumentativo; en el segundo caso, el conocimiento debe ser construido y en el proceso de formación de este conocimiento se hace realidad el aprendizaje filosófico.

Para ahondar un poco en lo anterior, recurrimos a un ejemplo del Maestro Alfonso Reyes, el cual, constantemente hace referencia a la relación íntima entre poesía y filosofía. En esta carta, para José Vasconcelos, le dice:

“Debo hacerte dos advertencias, mi experiencia de lector me las dicta: Primera. Procura ser mas claro en la definición de tus ideas filosóficas, a veces solo hablas a medias, ponte por encima de ti mismo, no te dejes arrastrar ni envolver por el curso de tus pensamientos. Para escribir hay que pensar con las manos también, no sólo con la cabeza y el corazón. Segunda. Pon en orden sucesivo tus ideas: no las incrustes la una en la otra. Uno es el orden vital de las ideas, el orden en que ellas se engendran en la mente, y otro el orden literario de las ideas, el que debe usarse como un lenguaje universal cuando lo que queremos es comunicarlas a los demás. Así, poesía y filosofía van de la mano, una se sirve de la otra”(3)

Estos caminos, de acuerdo a algunos autores, no son excluyentes. Se puede hacer uso de argumentos demostrativos y, para el caso de puntos cuyo reconocimiento no se puede lograr argumentativamente, es válido hacer uso de recursos literarios. Existe una complementariedad de formas de conocimiento y, de hecho, lo que caracteriza a la filosofía, su peculiaridad, reside en esta unificación del componente científico y literario, teórico y práctico.

En los Diálogos de Platón, podemos encontrar, al mismo tiempo, una intención teórica, orientada a la fundamentación, y una orientación práctica, dirigida a la comprensión. Estas dos intenciones se unen, a la vez que se realizan en el conocimiento dialéctico en la forma de una praxis filosófica. Platón pensaba que la filosofía no se deja decir, sino hacer en la forma del diálogo y esta posición es clara en la figura de Sócrates, el filósofo que no enseña filosofía, sino que domina el arte de preguntar, ayudando a su compañero de diálogo a la formación autónoma del conocimiento, a pensar por s í mismo.

Si Platón tiene razón, el conocimiento filosófico no se logra al sólo leer un texto filosófico. Esta afirmación nos abre las puertas hacia un diálogo con Schlegel.

El texto escrito pierde la flexibilidad del discurso oral. Sus textos hacen referencia a un modo de conocimiento que no es totalmente traducible al lenguaje oral, mucho menos, al escrito, sino que sólo se expresa de manera indirecta. Estas maneras indirectas incluyen: la metáfora, la aporía y la ironía socrática. En el texto nunca encontramos respuestas definitivas, sólo un apuntar más allá de ellos mismos. No debemos olvidar el concepto platónico de filosofía como una inteligencia y una postura prácticas y autoadquiridas, un hacer dialógico, un orientarse, un estar en camino. A esta idea de conocimiento filosófico corresponde perfectamente el diálogo, cuya forma escrita sólo sugiere,modela, imita el paradigma del diálogo oral.

El saber filosófico se entiende, desde esta perspectiva, como un producto del sujeto que no puede ser enseñado de manera directa, sino que debe ser construido por cada uno. Las formas literarias de la filosofía pueden tan sólo atraernos, invitarnos, señalarnos pistas.

Pero si en Platón el texto escrito es sólo una imagen del lenguaje oral, para Walter Benjamin, el texto, en su forma narrativa, tiene la misión de desvelar el sentido creador o salvador del lenguaje. Benjamin distingue tres etapas en el origen del lenguaje:

1 Lenguaje divino . Mediante el cual el mundo fue creado, es fundamentalmente creador.

2 Lenguaje paradisíaco. Lenguaje originario de la humanidad que se distingue por la perfecta adecuación entre las palabras y las cosas.

3 Lenguaje convencional . Es el lenguaje transformado en mero instrumento de comunicación. El lenguaje a merced del ser humano, puede ser utilizado tanto para velar, como para desvelar las cosas, tanto para mediar, como para engañar.

Es la decadencia del lenguaje que ha perdido su poder de verdad.

Poetas y místicos pueden recuperar el lenguaje, salvar el sentido: el narrador salva el sentido creando la palabra justa. Ahora bien, es tarea del filósofo resistirse a reducir el lenguaje a puro instrumento de comunicación y volver a la realidad de modo que la palabra sea otra vez nombre. Para Benjamín la modernidad se explica por la primacía del mito sobre la verdad y la verdad se pone al descubierto en la esencia del lenguaje. Por eso, la primera tarea del narrador no es la de informar, sino la de hacer de lo narrado experiencia del que habla y de los que oyen. En este sentido, la narración es palabra intersubjetiva, hecha para conocer, para recordar:

¿Cuál es pues el discurso propio de la Filosofía? Para la cultura científica predominante, sólo podemos esperar respuestas a los problemas de la humanidad desde la ciencia misma. La Filosofía, a la que desde esta mentalidad no se le reconoce capacidad cognoscitiva propia, debe resignarse a fundirse en Literatura: la Filosofía sólo es Literatura. Sólo sabe narrar, contar historias que llenen el vacío pasional de una razón calculadora; que contrarresten los efectos de un progreso disgregador; que suplan la desorientación fabricando ideologías al gusto. Desde esta perspectiva, que entiende, no sólo a la vida, sino a toda la historia como progreso científico técnico, se niega capacidad a la Filosofía y a la Literatura para responder a los problemas humanos.

Desde la perspectiva de Benjamin, por el contrario, la narrativa es necesaria para rescatar algo que nos pertenece y que ya no tenemos, algo sin lo que nuestra visión de la realidad sería incompleta o deformada. Para quien reduce la racionalidad al logos, las formas narrativas serán mero entretenimiento; para quien sostiene que la racionalidad no se agota en el logos, y menos aún en el empobrecido concepto de logos presente en el discurso de la modernidad, la narración es conocimiento, puede hacer aparecer súbitamente los aspectos inéditos de la condición humana, trastocando el orden establecido porque hace aparecer nuevos aspectos y figuras de la realidad. En una sociedad, aún dominada por la racionalidad científico-técnica, la literatura, cumple una función que resulta urgente; mostrar un modo de conocimiento que escapa a la ciencia. La Filosofía puede valerse del discurso lógico, racional, científico, pero también necesita del discurso narrativo, alegórico, metafórico, para dar cuenta de toda la riqueza de la realidad.


La novela y poseía filosóficas.

Cuando el pensador idealista y el poeta romántico, centra toda reflexión filosófica en el hombre, se enfrenta inevitablemente con el problema de la muerte y de la inmortalidad. Problema difícil de abordar bajo una óptica y una terminología racionalista al modo decimonónico, pero necesario para e recorrer ese sinuoso camino de la antropología y del misterio del humano, con toda su grandeza y con toda su miseria. El pensador romántico, no encuentra otro recurso que el de la literatura, el de ese “laboratorio filosófico”, que es la poesía, el cuento y la novela (4).

La poesía para el romántico, no es simplemente la expresión estética, o la expresión de los estados de ánimo de algún autor; es mucho más que eso, es un auténtico método intelectual, donde, por medio de la paradoja, se pueden ver las posibilidades de lo humano; y sobre todo la gran posibilidad, la permanente: La muerte.

Al identificar la literatura con la filosofía se tiene la intención de penetrar en lo más íntimo de la existencia; así, la poesía (en su más claro sentido) es una traducción de la naturaleza en el espíritu, es la revelación del ser de las cosas en el conocimiento. A través de la producción poética reveladora y reflexiva, el filósofo romántico expresa su vitalidad; fuera de la poesía sólo hay palabras, pensamientos sin sangre y sin lágrimas, ideas si, pero no vida.

El poeta romántico en todo momento revela una gran desconfianza en la razón, en la razón pura y en su más terrible hijo: el cientificismo. La “filosofía racional” o mejor dicho, racionalista, para el poeta, no es camino de nada no revela nada, más que una lógica mental, pero es alejada de la realidad más concreta y, permítaseme la expresión la realidad más real: el hombre. Así, otros son los caminos que hay que recorrer para dar con respuestas místicas -entendiendo el término como misterio, como lo que rebasa a la razón simple- respuestas que, aun cuando imaginadas, más vividas que los conceptos científicos.

Por ello, es posible utilizar el texto literario para generar reflexión filosófica. Una historia es un pre-texto para crear muchas, una historia escrita da lugar a que el lector ponga su propia historia en juego, que se arriesgue a romper límites, es decir, que se permita pronunciar su propia palabra y transformar el sentido único en muchos y distintos. La estructura del texto literario-filosófico, genera un modelo funcional para el diálogo; al mismo tiempo que integra a la comunidad y fortalece el lazo social.

A partir del texto y de sus experiencias, la comunidad construye un nuevo texto, un tejido de sentido que se crea cooperativamente y que constituye la dimensión práctica de la Filosofía: hacer Filosofía. El lenguaje es la expresión privilegiada de la conciencia; el yo singular que se expresa en el lenguaje es también universal, porque el que habla y es escuchado entra en unidad con aquéllos para los que existe. Pero al mismo tiempo el lenguaje da lugar a un saber que rebasa las fronteras del reconocimiento de quien lo emite. El lenguaje es el universo simbólico en el que los seres humanos nos movemos; de él tomamos significantes que, a su vez, generan otros, para comprender al mundo y a nosotros mismos.

En el espacio de la filosofía postmoderna, es indispensable el estudio de los elementos fundamentales de la relación entre Filosofía y formas literarias ya que pueden ayudarnos a reconocer y alentar la creatividad, así como vincularla con los aspectos cognitivos y valorativos.

Pero, sobre todo, hacer filosofía de la mano de la poesía y escribir poesía con tintes filosóficos, constituye una oportunidad en la que súbitamente aparecen aspectos inéditos de la realidad, aspectos que nos ponen en profundo contacto con lo propiamente humano el goce de conocer, el goce de pensar y de explorar los inacabables caminos de sentido, descubierto y creado en ese medio nutriente que es el diálogo.

A manera de conclusión podemos decir que: no es posible concebir la filosofía sólo como sistema teóricamente elaborado, cuyo discurso se opere a través de conceptos lógicos, al igual que a la literatura como simple aprehensión subjetiva expresadas en imágenes. Tanto la filosofía como la literatura aprehenden la realidad en su esencialidad en correspondencia con su objeto, y emplean las múltiples formas aprehensivas de que dispone el hombre. Por eso existe comunidad, interacción y condicionamientos mutuos. Los conceptos, las ideas, las imágenes, etc. son formas humanas de asimilación de la realidad y no son privativos de una ciencia específica.

Una filosofía que se aferre sólo a los tratados sistemáticos y a las expresiones categoriales y una literatura que no admita las ‘contaminaciones filosóficas’ resultan estériles. Toda obra poética que realmente merezca el nombre, tiene algo de filosófica. En los orígenes del filosofar, la poesía, tan antigua como el hombre, prestó su forma a la naciente reflexión sobre el universo para plasmar la búsqueda del arjé o la aletheia.

Las primitivas cosmogonías, poemas de alta condición, se encuentran llenos de ideas cosmovisivas destinadas a fructificar en órdenes muy diversos, pero, sobre todo, a constituirse en fuentes inmediatas de la filosofía. Esto nunca ha dejado de ocurrir.

La historia de la filosofía y la historia de la literatura, dan cuenta de la comunidad interactiva entre ambas disciplinas y las particularidades expresivas de los literatos filósofos y los filósofos literatos

Según palabras de Sánchez Meca, en la ironía de Schlegel “no hay búsqueda de la verdad, como intentaba la ironía socrática, sino una estrategia del pensamiento dirigida a desarrollarlo mediante el uso de paradojas (5)” .

En palabras propias, a la frase de Schlegel según la cual dice: “Donde la filosofía termina, la poesía debe comenzar” hay que decir que tal vez esto seria cierto si y solo si la filosofía terminara. Pero la filosofía no termina.



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Notas:

1 Crítico literario, filósofo, hispanista y poeta alemán, uno de los fundadores y más grandes exponentes del Romanticismo.

2 Ende Michael. Carpeta de apuntes. Cuando los niños preguntan. P. 382

3 Reyes Alfonso, La amistad en el dolor: correspondencia con José Vasconcelos. El Colegio de México, 2003.

4 O la llamada “nívola” para Miguel de Unamuno, el cual no está de ningún modo alejado de esta tradición romántica.

5 D. Sánchez Meca, Schlegel y la ironía romántica.


El folklore imaginario

Texto: Fernando Herrero en Revista de folklore
Imagen: Jacek Yerka



I.-CONCEPTOS.

Difícil es separar, al cabo del tiempo, aquellos "mensajes" del pasado que proceden de una serie de hechos y costumbres repetidos, que nacen desde el interior de un grupo humano concretizado, de los que surgen de la imaginación -tanto la tradición popular de historias y consejas, o incluso de la determinación- de crear unos mundos específicos, con una serie de supuestos que los configuran, a través de la distancia, como reales. Así, la coexistencia de un folklore real y un folklore imaginario ha sido una constante que sólo estudios antropológicos serios han conseguido deslindar. De todas formas, esta búsqueda de la autenticidad es en ocasiones una simple cuestión de "orden", aunque, en otras, se convierte en sustancia de un examen verídico de la historia y no de una pura elucubración sobre la misma, generalmente manipulada desde unos presupuestos políticos y sociales determinados.

La estrecha simbiosis de lo "real" y lo "imaginario" en algo tan amplio como es el folklore, se comprueba incluso en la serie de trabajos que esta Revista viene publicando. Coexisten los absolutamente concretos (tanto en costumbres, poemas, instrumentos, etc.) con otros preponderantemente ficcionales (la Saga arturiana, por ejemplo). Personalmente, me apasiona el folklore y sus posteriores implicaciones en la cultura concreta -originaria o trasvasada- de cada país o etnia en un momento historio determinado. Cuando el pensador, poeta y "maldito" autor francés Antoine Artaud ve una representación del teatro balinés (folklore en estado puro), sufre un choque estético profundo y catárquico, que influye decisivamente en su teoría-poética del teatro, tan influyente hasta nuestros días. ("El teatro y su doble" folklore trascendidos.) Toda la vitalidad del folklore más allá de su fijación documental, se encuentra, pues, en esta dualidad indefinible y, hasta cierto punto, y afortunadamente, indefinida.

Desde estas premisas, no se puede negar la trascendencia del folklore imaginario. Claro está que en ocasiones puede servir de coartada a una precisa autenticidad. En la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Los Angeles, la parodia del Oeste americano procedía de una distorsión de una tradición verdadera, dulcificada y trastocada por la ideología conservadora que plasmó en una Disneylandia, mixtificación del propio pasado de los colonos. Este folklore-prostituta sustituyó a la fuerza innata de la colonización ("El ruido y la furia", que diría Faulkner desde el propio Shakespeare), llena de contradicciones. El rechazo de un film como "Las puertas del cielo", de Michael Cimino, se deriva de esta preferencia por lo "imaginario" como fórmula específica y utilísima de rechazo de lo real, que puede ser ingrato en determinados momentos.

Nos llevaría muy lejos una aproximación a este fenómeno, que tiene connotaciones amplísimas. Vamos a obviarlo de momento, para detenernos en un examen global del "Folklore imaginario", no como sustitutivo o enmascarador de la realidad, sino como creación de unos mundos en los que los personajes se sitúan "ante" y "desde" determinadas formas de conducta, que se plasman en maneras de mesa, hábitat, fiestas, canciones, leyendas, músicas..., llegando a la creación "totalizadora" de mundos, sean absolutamente fantásticos: la Saga de Tolkien sobre los "hobbit", o superpuestos a la realidad pasada y presente: la " Yoknapatawpha", de Faulkner, o la "Santa María", de Onetti, para citar dos ejemplos señeros.

El creador puede inventar -o reflejar conductas- y también, en el deseo cosmogónico que le asemeja a Dios, extender su imperio a la creación de mundos totales que pueden ser un desafío a la propia realidad, y desde el folklore, que es también expresión de lo "fantástico" específico, hacerla nacer otra vez. ¿No es el caso de "Macondo", de García Márquez, inmortalización de sus personajes, de sus leyendas, sus costumbres, de tal forma que hacen olvidar aquellos elementos de la historia pasada o la conflictividad presente, motores del acto creador?.

El hecho del folklore (demos una caracterología al concepto de la mayor amplitud) tendrá que depender siempre de esa imbricación real-imaginaria, que producen los signos metahistóricos. Incluso si leemos esos poemas o canciones tan concretos, tan aparentemente ligados a una cronología específica, el aleteo de "lo imaginario" los recorre. La investigación folklórica no sólo recoge materiales, sino que investiga sobre sus orígenes, y a veces éstos se encuentran en la pura leyenda, absolutamente superpuesta otra vez a la historia. ¿Qué características pueden encontrarse en la conocida canción de "Mambrú se fue a la guerra", sus orígenes históricos y las connotaciones puramente lúdicas de la melodía?. Y como éste se podrían multiplicar los ejemplos.

La Saga arturiana, por ejemplo, con sus Lohengrines, Parsifales, Lancelotes, etc., es una leyenda que mezcla muchas voces; el folklore, a fuerza de ser autóctono, y en paradoja no demasiado contradictoria, se universaliza. Diversas etnias, diversas culturas, confluyen en ocasiones en la interpretación de unos mitos que traspasan todas las fronteras y son objeto de todas las exégesis. Que una de las obras maestras del hoy devaluado John Stembeck sea su crónica inconclusa de los "Caballeros de la Tabla Redonda", es un dato absolutamente significativo. No nos cabe duda que Arturo, Ginebra, el Santo Grial, Excalibor, etc., motivos del folklore, son más reales que la propia antropología del pueblo primitivo en sus "maneras de mesa", como había mostrado esa obra maestra para un investigador de estos temas que es "Lo crudo y lo cocido", de Claude Levi-Strauss.

Folklore y cultura son palabras tan interrelacionadas como lo imaginario y lo real, como lo autóctono y lo universal; tenerlas en cuenta para una correcta y enriquecedora utilización de los complejos materiales que forman el sustrato de una región, una etnia, un determinado país o civilización es esencial. y no olvidemos tampoco -a ello me referí en un artículo publicado en esta Revista- la contaminación que afecta en sus raíces y sus desarrollos a los signos en principio más puros y originales. Hoy en día, por ejemplo, la unilateralidad de los mensajes imagénicos fuerza a una idéntica postura en la exteriorización de las conductas lúdicas. El espectáculo inicial de los Juegos olímpicos de Los Angeles, con sus características a la "americana" en plan tópico, ha sido contemplado por ciudadanos de todo el mundo. ¿cómo no pensar en una influencia decisiva a la hora de la expresión danzada, por ejemplo? Significativamente, el ballet de Seúl hizo en la clausura un número tan imitativo que parecía "Ballet oriental made in USA". Constatación que puede ampliarse en muchos parámetros.



II.-LO IMAGINARIO, SUPERPOSICION DE LO REAL.

Llega la hora de enfrentarnos a lo que es motivo y razón de este trabajo: la defensa de un folklore imaginario, nacido de la creatividad de un autor determinado. En principio, nos gustaría hacer una distinción: la que separa la formulación de unos personajes en un contexto preexistente, al que sirven de catalizadores (Galdós y sus "Episodios", Zola y su "Rougon Macquert"), de la invención de unos mundos geográficos, físicos y sociales que no responden exactamente a una radiografía de lo real, aunque sí puedan existir las lógicas influencias, en los que los personajes surgen armónicamente, desde idéntica mente rectora. Es en este último caso de donde procede la sustituibilidad de una "realidad", por otra que, en algunas ocasiones, entra en los campos de la "utopía", desde el deseo de transformación, incontaminado que nace por primera vez. Es el caso concreto de Tolkien y su mundo de los "hobbit", de los autores de "Los Gnomos", de todas y cada una de las ficciones en las que se descomponen los elementos fantásticos en la búsqueda y consecución de una específica cotidianeidad que los enmarque. Y esta cotidianeidad la dan a la vez las descripciones minuciosas de su hábitat, de sus comidas, de sus leyendas, del sustrato final de un tejido de comportamientos que el escritor fija absolutamente en sus textos.

¿Existen los gnomos? Naturalmente. No sólo en la fantasía de "La Historia interminable", de Michael Ende, sino en la concreción de lo "habitual" con lo "imaginario". Los mapas en que Tolkien acompaña su saga, las cronologías y apéndices de la historia e intrahistoria de la tierra del medio, son las pruebas evidentes de la realidad de su mundo inventado. Las canciones, las poesías, son ya un legado -inextinguible- de una época que fue creada por un nuevo demiurgo, un profesor que sentía nostalgia de unos tiempos históricos muy diferentes de los que le tocó vivir.

Folklore imaginativo como reacción a la degradación de la autenticidad de los hechos. Forma de modelar el comportamiento de una realidad amenazante e imposible de domeñar. La simplicidad de la naturaleza ( sobre todo, la Saga tolkiniana, en los relatos sobre gnomos, hadas y elfos) es una de las coartadas favoritas de estos mundos nuevos, que, muchas veces, se sitúan en pasados remotos o en presentes que hacen relación con zonas todavía no contaminadas. No cabe duda de la gran influencia que "El señor de los anillos" ha ejercido y ejerce incluso sobre los movimientos ecologistas. El folklore reclamado es esencialmente una pertenencia de la utopía, que se ve combatida desde todos los puntos por las oleadas de un futuro que a fuer de dramático y "productivo" ha ido desechando los objetos, situaciones, actitudes, obras, que pudieran representar un "valor de cambio", para reducir éste a uno solo: el dinero .y sus derivados.

La destrucción del folklore real, su sustitución por la unilateralidad del mensaje, por la cada vez más limitada pluralidad de "gustos", es atacada si no de forma frontal, sí ostensiblemente por estos mundos "imaginarios" que oscilan, como todo este tema por lo demás, entre lo reaccionario de una negación al progreso y lo "progresivo" de una incontaminación que se presenta como último reducto a la unificación y masificación totales. Dilema este esencial, con el que hay que contar ineludiblemente a la hora de examinar todos y cada uno de estos fenómenos. Tan peligroso es el rechazo en bloque desde un utilitarismo genérico, como la admisión sentimental y subjetiva de un "pasado" .que nunca puede volver. Si la obra de Tolkien es, a mi juicio personal, una maravilla etnográfica y literaria, la utilización que han hecho de la misma determinados grupos de "fans", no ha significado otra cosa que una banalización total de su contenido.

Si Tolkien utiliza el pasado imaginario (la saga de ciencia-ficción, pienso, por ejemplo, en "Dune", de Frank Heraert, parte de la antiutopía y no crea, a mi entender, un folklore característico, sino una descomposición de las formas del presente), otros autores, como Faulkner "



III.-FOLKLORE: LA TOTALIDAD COMO CONJUNTO DE SIGNIFICACIONES.

Abrimos eternamente el material folklórico, y la universalidad de lo vivido no puede prescindir de la aún mayor de lo creado. El flujo inagotable de las leyendas se mezcla con el papel concretizado de las pequeñas cosas, los pequeños gestos. Esta interrelación es una prueba evidente de la riqueza maravillosa de estos materiales, tantas veces desdeñados incluso por sus propios detentadores: los instrumentos originales, los poemas, los autos tradicionales de la representación teatral, las canciones, los objetos, etc., trascienden su entidad para formar parte de un universo que rompe geografías y tiempos. El pasado y el presente, oriente y occidente, celtas, sajones, culturas marginales y tradicionales, recopilación histórica, leyendas de viva voz, escrituras creadoras, investigación etnológica y antropológica...; esto es el folklore, y no sólo la radiografía más o menos veraz y exacta de unos signos pasados.

El creador de mundos no es un demiurgo, pero sí un intérprete cualificado de unos deseos latentes de la sociedad, de una necesidad no se sabe si de autenticidad o utopía. El folklore imaginario se incorpora de pleno derecho al patrimonio de una civilización que sigue incesantemente interrogándose sobre el destino del hombre y sobre sus posibilidades de plenitud en el ejercicio de sus cualidades físicas y espirituales.


Anacronismos y espíritus

Texto: Vanessa Gordo en Revista Babar 
Imagen: Michael Ende



«Una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Porque el tiempo es vida. Y la vida reside en el corazón».
Michael Ende



Cada vez que me paro a pensar en lo que haces, en lo que eres, creo, poco a poco, que el tiempo se acabó. Nunca observé la monotonía, nunca me sumergí en las profundidades del hombre, nunca quise observar todos y cada uno de esos supuestos animales humanizados.

Nunca he querido volver la mirada atrás, siempre quise que el recuerdo fuese sólo eso, recuerdo. Pero al introducirme en el palacio del tiempo, sentí como invadían mi ser multitud de alegres espíritus, los cuales jugueteaban traviesos por entre las esquinas de mi corazón.

Aparecen, todas y cada una de las palabras sólidas y firmes, pero al volver con los espíritus, me sentí ahogada por la oscuridad de la anacronía. Todo era oscuro, todo parecía confluir en un mismo punto, del cual emanaba una fresca e infantil luz que fue la guía de todo mi ser hacia ti.

Esperaba encontrarte, busqué y busqué pero me fue imposible encontrar un mundo donde habitasen los niños, donde, gracias a su calor, dicha región del cosmos dejara de ser árida e inerte, dejara de ser un espacio sin tiempo, de ser un lugar donde no existía el pensamiento.

Al mirar al cielo, casi me atrevería a decir, al pensar en ti, que me embargaba el espíritu del teatro, la electricidad del actor y de la actriz. Sé que me entiendes, ya que fuiste siervo infiel de esos diablillos, a los que traicionaste con la impresión del alma, pero aún quedan grabadas, las grafías que codifican la ilusión, tu miedo a crecer y todo tu infantil ser que se vio abocado a sufrir el peor de los castigos posibles: la nada.

Pero a pesar de haber dejado en tierra tus legados materiales, no creo que olvide el aroma de tu espíritu, esa fragancia a indomable anacronía que imprimías en cada una de tus infantiles palabras.

Espero que este S.O.S. desde el fondo del túnel del tiempo, sumergida en viscosa sustancia gris, se torne grito unánime de aquellos que como tú, queremos escapar de los espacios temporales.

P.D. Cuando te vuelva a ver, enséñame a ser lo que siempre quise ser, una niña... PARA ENDE.


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