martes, 29 de abril de 2014

Jim Boton rescata la teoría de la evolución

Texto: Julia Voss en Faz.net
Imagen: Jim Botón y Lucas el maquinista



En 1963 aparece en Inglaterra el libro Jim Botón y Lucas el maquinista (Jim Button and Luke the engine driver) cuyo comienzo decía: “El país en que vivía Lucas, el maquinista del tren, se llamaba Lummerland y era muy pequeño”, en la isla hay una línea férrea constituida por una sola máquina (Emma) igual que en la Inglaterra del siglo XIX cuando se crea el Stockton and Darlington Railroad Company el primer ferrocarril que transportó mercancía y pasajeros en septiembre de l825 y fue construido por el inglés George Stephenson. 

La tienda de la señora Queé reabastecida semanalmente, recuerda al trabajo realizado por los buques que transportaban el correo en 1841 como el Vapor Royal Mail que  llevaba paquetes de su empresa a Londres y las Indias occcidentales.  La isla es gobernada por un rey que usa pantunflas de cuadros escoceses igual que el rey de Inglaterra William IV cuyo reino cuenta con tres súbditos: el señor Manga, la señora Queé y Lucas el maquinista, representando a su vez a la micro sociedad del s. XIX los ciudadanos, los comerciantes y los trabajadores, el principio de la era industrial.


Durante el reinado de William IV una nave tocó puerto tras un largo viaje, cargada de todo tipo de historias sobre continentes lejanos y llevando a bordo a un chico de raíces y origen desconocidos que veía por primera vez aquellas tierras, su nombre era Jemmy Button; un compañero de viaje dijo acerca de él “Jemmy Button era el favorito de todos, por su pasión, por su alegría, por su simpatía” aquel que escribió esto fue Charles Darwin y el barco en que ambos viajeros llegaban era el HMS Beagle, el libro del que se extraen estas líneas sería conocido como El viaje del Beagle, la primera publicación científica sobre la naturaleza cuya teoría se convertiría en una revolución.

Estando en los albores del año 2009, año en que se celebra el 150 aniversario de la creación de la teoría de la evolución sobre el origen de las especies y el natalicio de Darwin y Ende, se debe comprender como Jemmy Button y Jim Botón están emparentados y por qué un viaje inglés fue convertido en un libro alemán, nadie nos lo dirá y aunque en su momento se comentó que el libro de Ende era escapista, la meticulosidad y precisión de ciertos hechos históricos registrados en esta historia hablan directamente de la teoría de la evolución como un legado para los niños de todos los países ¿Es Jemmy Button el viajero del HMS Beagle la impronta de Jim Boton? El libro fue lanzado a principios de los años sesenta por escrito, cercano a la fecha del aniversario de Darwin pero había una sombra que pesaba en el autor de la teoría de la evolución, quince años atrás, los nazis habian empleado su teoría tergiversada y conocida como darwinismo social aplicada por Herbert Spencer (1820-1903) a las relaciones humanas.

A pesar de todo, Darwin no obtuvo una respuesta del todo favorable pues su teoría de la evolución se vio ligada al nacionalsocialismo alemán como escencia de la ideología racista. En Munich, un joven Michael Ende escribe el libro de aventuras de Jim Botón y replantea el tema del racismo, de un desastre ideológico a un libro infantil, aunque realmente Ende siempre argumentó que sus libros no eran escritos para un público infantil sino que le agradaba asociar ideas surrealistas con las grandes tradiciones espirituales y advertía en repetidas ocasiones, que sus libros hacían creer que eran obra de pura imaginación más durante toda sus vida tuvo presente el trabajo de Einstein, Marx, Freud, y Darwin. Cuando la Thienemanns Verlag solicitó al escritor décadas despues un texto como referencia, Ende citó en primer lugar el ensayo de Rudolf Steiner La imaginación moral

En 1991 durante una entrevista radiofónica el escritor habló sobre la responsabilidad de lo que en un momento dado puede convertirse en un desastre en la infancia y dijo que “La idea del racismo impone el repensar las teorías de Darwin, la vida de aquella época y los campos de exterminación” ¿Es posible que en 1956 un escritor alemán de treinta años escape a un reino de fantasía intrascendental cuando él mismo tuvo contacto con el nacionalsocialismo en la escuela a través de libros y películas, al igual que toda una generación de niños que creció con fantasías e imágenes reales de muerte y destrucción? 

Quince años después del final de la segunda guerra mundial, ¿puede un libro para niños hablar de vergüenza racial y ser sólo un libro de cuentos de hadas? ¿Deberíamos adentrarnos en las profundidades de los mitos tratados en el libro igual que el descenso que hacen Jim y Lucas al fondo del mar en donde logran ver una ciudad sumergida?

“Los hombres del mar nos podrán ayudar” dice Jim Botón en el capitulo dieciocho cuando junto a Lucas y el señor Tur Tur son conducidos a través del fantástico mundo submarino, dentro de la locomotora y dependiendo sólo del oxigeno contenido en su cabina convertida en submarino guiado por la princesa del mar y los diminutos hipocampos. Justo antes de dormirse por la falta de oxigeno, logran dar una ultima mirada a la antigua ciudad sumergida llena de magníficos palacios y templos de brillantes piedras preciosas. Ya han puesto su vida en peligro en el desierto, en el valle del crepúsculo, en la ciudad de los dragones, en la montaña magnética y ahora en el fondo del mar.

Esa ciudad sumergida es la Atlántida que rescata el viejo mito de los nazis mencionado en innumerables libros como una parábola biológica y racial, Atlántida es la antigua patria de la raza aria, “Mis antepasados eran arios” dice Sun Koh el héroe de la serie de ciencia ficción Sun Koh el legado de Atlántida; según esto, las tribus germánicas son la rama aria de los atlantes que se asentaron al norte. “Es una vergüenza” dice Sun Koh en 1935 a sus jóvenes lectores, “que deban mantener la sangre limpia”. La Atlántida se eleva desde el mar con la gente de sangre pura dispuesta a crear la raza que finalmente dominará la tierra” dice la publicación destinada al publico infantil y juvenil de 1935. 

Dos décadas después Michael Ende crea su propia Atlántida cuando Jim Botón descubre ser el último descendiente del rey mago Baltasar y ciñe la corona de doce puntas en su negro cabello. Lummerland ocupa el punto más elevado del nuevo país que a decir verdad es todo un continente de llanuras y montañas, costas de suave pendiente y acantilados, brillante con todos los colores como si fuese un gran arcoiris de piedras preciosas. Se crea entonces una región con praderas y árboles para los indios, otra con campos de tulipanes y prados para los holandeses, otra con una jungla para los niños negros con turbante, y hasta para los esquimales hubo, en la parte norte del reino, un territorio apropiado. El continente anteriormente llamado Jamballa recibe un nuevo nombre en honor del joven heredero, y es así que en la nueva Jimballa no se conoce el miedo, los pájaros vuelan libremente, son mansos, cariñosos y magníficos de modo que la antigua patria de los arios se ha convertido en la tierra de los niños y la aves. 

Durante el Tercer Reich los nazis se comunicaban mediante mensajes de radio que no sólo eran datos sobre la guerra, sino también historias, mitos e imágenes enseñados también en las escuelas a los jóvenes estudiantes, estas historias estaban centradas en la ideología biológica de la supervivencia, la victoria del más fuerte sobre el más débil y la pureza racial. En la instrucción escolar de 1935 lo más importante era que ningún niño abandonará la escuela sin la cabal comprensión de la importancia de la pureza de la sangre. Así el pensamiento biológico fue el principio de la enseñanza escolar y las materias más importantes además de ésta, eran el alemán, la historia y la geografía; dicho conocimiento de los hechos biológicos se empleaba para la renovación del pueblo.

Los nazis tomaron la Teoría de la Evolución de Darwin como una ideología de jerarquías, dominación y esclavitud; dominación esencialmente impartida en la escuela-hogar. Pero Jim Botón no asiste a la escuela porque una carta lo separa de ese proceso, de modo que Kummerland, la ciudad de los tormentos se convierte en la paradisíaca Lummerland.

En la actitud de Jim quien se niega a leer y escribir y mira con horror el aprendizaje escolar, se ve reflejado al propio autor en sus días de colegio “Yo no quería aprender, al menos no lo que nos enseñaban”. Y lo que se enseñaba en la escuela eran las lecciones de higiene racial y la pureza de sangre; esta cuestión se trata por primera vez en el libro cuando Jim y Lucas llegan a la ciudad de los dragones quienes han excluido al medio dragón Nepomuk, hijo de un dragón y una hipopótamo, puesto que es un mestizo vive en el cinturón volcánico que rodea Kummerland, tiene prohibido el acceso a ella pero ayuda a los viajeros a entrar. 

Jim Y Lucas entran al corazón de Kummerland compuesto por grandes bloques de piedra negra y calles del mismo color, lleno de humo de tal forma que el cielo está compuesto de total oscuridad y el ambiente es asfixiante. La casa de la señora Maldiente tiene una calavera como aldabón en su puerta y tras esta se encuentran en cautividad, los niños que no tienen otro mundo en el que vivir más que en el de los dragones.

— ¡Dios mío! —suspiró Jim, que no había visto un colegio en toda su vida —. ¿Todos los colegios son así?

Pregunta Jim a Lucas al entrar al salón de clases de la señora Maldiente en Kummerland, el dragón mantiene a los niños encadenados a sus bancas, los silbidos del látigo y sus gritos son los sonidos reinantes, entonces el dragón-profesor se muestra como un comandante militar. 

De repente las palabras “vergüenza” ”pena de muerte” y “pureza” entraron en el vocabulario de Jim Botón. En este momento para el lector, probablemente sea únicamente ficción, pero cambiaron para siempre el pasado. 

“…son siete” responde la pequeña princesa Li Si en el capitulo veintiuno cuando la señora Maldiente le pregunta por diversos cálculos matemáticos. Jim admiró el valor de la solitaria chica, pero al final sabemos que esta escena tiene un resultado diferente en la historia, incluso décadas después de que la guerra terminara, las semillas sembradas por los nazis seguían creciendo en cada rincón de las guarderías con mitos, leyendas, cuentos de hadas e historias. 

Jim y Lucas liberan a los niños y los llevan con ellos a través del río; un niño de piel negra, logra reconciliar a los contrarios al mezclar el agua del río con el fuego del dragón y al perdonarle la vida lo convierte de un furioso dragón alemán en un dragón chino de la sabiduría, un dragón salvador.

¿Piensa que es casualidad si, angustiado por problemas vitales, tiene usted de pronto entre las manos, justo en el momento adecuado, el libro adecuado, lo abre justo por la página adecuada, y encuentra exactamente la respuesta adecuada?
Dice Michael Ende en Carpeta de apuntes; la historia de Jim Botón no fue una coincidencia, no es coincidencia el nombre, ni la época histórica en que vio la luz.

Ende no sólo estaba interesando en la generación del Tercer Reich sino también en la siguiente generación, ir más allá de las lecciones aprendidas, de las creencias biológicas y el conductismo pavloviano que parecía hacer reaccionar a los niños a la educación adquirida. Jim Botón es una aventura  que da fe de uno de los capítulos más oscuros de la historia de la educación alemana, habla sobre la ideología racial que se enseñaba con el cuento de hadas reformulado de la Atlantis.

La verdadera historia de Jemmy Button el hombre venido de la Tierra de Fuego y llegado a Inglaterra concluye así: “En noviembre de 1859, ocho misioneros anglicanos a bordo de la goleta Allen Gardiner murieron, el instigador de la masacre fue Jemmy Button convertido en un hombre de 43 años” aunque es un texto que aun es objeto de debate, Michael Ende no quiso que la historia de Jemmy Button se perdiera de esa manera, así que retoma su nombre y lo envía a un nuevo viaje, parte de Lummerland la miniatura Inglaterra para crear una nueva historia y un nuevo mundo, la Atlantis que fuera robada por los nazis, evoluciona, es recreada y se convierte en Jimballa. 

Jim Botón recibe una segunda oportunidad y con él la teoría de la evolución.


Tranquila Tragaleguas, la importancia de la terquedad

Texto: Paula Rivera Donoso en Espacio Creamundos
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Michael Ende debe ser, con toda seguridad, uno de los escritores más valiosos y de mayor calidad literaria en el siempre exigente terreno de la literatura infantil. Lamentablemente, es también uno de los más desconocidos en nuestro país, en parte por la magnífica complejidad de sus dos novelas más famosas (Momo y La Historia Interminable), totalmente lejanas a la ñoñería y complacencia habitual de cierta LIJ chilena, y en parte por la paupérrima labor de difusión que han llevado a cabo las editoriales con el resto de sus obras, estando la mayoría de ellas discontinuadas.


Una de las obras que sin embargo sigue haciéndose leer en establecimientos educacionales, y que por su brevedad y planteamiento puede ser interesante para trabajar en las aulas de enseñanza básica, es Tranquila Tragaleguas, pequeña novela para lectores a partir de 6 años.

La temática, en principio, parece bastante simplona y habitual en este tipo de libros: Tranquila Tragaleguas es una tortuga que tiene la fortuna de enterarse de que el Gran Sultán Leo Vigésimo-Octavo se encuentra a punto de celebrar su casamiento. Entusiasmada, la tortuga decide ponerse en camino para llegar al lugar de la boda, sin importar que todos los animales que se vaya encontrando en su largo y demoroso viaje intenten disuadirla de seguir adelante.

Con un planteamiento semejante, es fácil suponer que esta será otra de esas historias empeñadas en exhibir una moraleja sobre la importancia del esfuerzo o la perseverancia. Sin embargo, Ende se ha caracterizado siempre para usar la fantasía como un elemento completamente subversivo, y eso no es una excepción en el caso de Tranquila Tragaleguas.

La estructura de la obra es más o menos fija, lo que la acerca a las narraciones orales infantiles y sus clásicas reiteraciones para favorecer la comprensión por parte del niño. El patrón suele presentar a Tranquila caminando lentamente hasta toparse con algún animal, cada uno muy bien caracterizado por el incomparable talento de Ende al momento de asignarle personalidades únicas a sus personajes. Los breves diálogos que intercambian la protagonista con estos animales exponen el choque entre el sentido común (lo lenta que es la tortuga, el hecho de caminar en una dirección equivocada, ausencia del Sultán, etc.) y la ciega voluntad de Tranquila por seguir adelante.

En el fondo, Tranquila se muestra completamente sorda y desobediente ante los sabios consejos y advertencias de los animales, con un convencimiento de sus decisiones que se escapa al esfuerzo y se acerca más bien a la terquedad. ¿Es este un valor que se debería inculcar en los niños chilenos?


Fuente: 
Por supuesto que sí. En una nación que insiste constantemente en difundir en los más pequeños el discurso de la tolerancia y el respeto, siendo que en la sociedad adulta estos no ya no tienen ningún valor concreto, la terquedad, esa voluntad de seguir adelante con nuestros propios propósitos inocentes de espaldas a las opiniones negativas de los demás, se yergue como un valor inestimable.

He aquí lo más bello de la obra: Ende no cae en la ridícula lógica de las consecuencias más evidentes; Tranquila no resulta así castigada por su terquedad, como sería lo esperable. De hecho, ni siquiera se le da oportunidad para que se desilusione al enfrentarse con una verdad irrebatible como es la muerte del propio Sultán, mientras ella se encuentra de viaje. El giro maestro del autor, al menos en cuanto a argumento, consiste en premiar la obstinación de la protagonista de una manera insólita, graciosa y muy tierna, enseñándonos que a veces está bien desoír a nuestros mayores con tal de avanzar hacia nuestros sueños, por muy desatinados que sean ante los demás.

Al fin y al cabo, Tranquila Tragaleguas demuestra que nunca es demasiado tarde para llegar a donde queremos llegar… Aunque las circunstancias finales puedan cambiar un poquito.


Los buenos reflejos del señor Ende

Texto: Agustín Abreu Cornelio en Suspirar como la Victoria de Samotracia
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Michael Ende es el adalid de la literatura fantástica alemana, privilegio ganado principalmente por La historia interminable y Momo, pero el libro del que deseo hablar es El espejo en el espejo, no tan difundido como los dos anteriores. Sería inexacto definirlo como una colección de cuentos, primero porque si bien la mayoría de las partes del libro pueden leerse de manera aislada, hacerlo así supone mutilar impunemente su sentido y su poética. Y segundo porque no todos los textos cumplen con la definición de cuento. Lo más justo sería decir que es un LIBRAZO o, más mesurado, un conjunto de relatos.


La estructura del libro en su unidad se regodea en los conceptos de espejo y laberinto, pues la autorreferencialidad es tal que Hor, ese personaje que en el primer relato se identifica con nosotros mediante una estrategia meramente formal (la permutación entre el narrador en primera persona y el de tercera), termina por ser el lector mismo que mira los textos con la impresión de que ya ha pasado anteriormente por dicha sala, y buscando una pista que brinde una mejor localización nos encontramos con la ausencia de títulos, un anonimato que obstaculiza tanto la identificación como la autonomía, fomentando la apariencia de unidad: sin títulos no hay índice. La existencia totalizadora en el interior del laberinto es ineludible, sea esto por una creación nominativa del narrador/Hor/lector, apelando al recuerdo de ese minotauro que presagia en las primeras páginas: “verás: yo he guardado todo fielmente”, o bien el recurso de la ensoñación –posibilidad que se sostiene en menor grado, pero que convalida la condición fantástica de los relatos.

Lo que priva a lo largo de El espejo en el espejo es la angustia humana manifestada por un lenguaje que se empeña en expandir los límites de la verosimilitud. Ni el tiempo ni el espacio se ajustan a los que cotidianamente experimentamos. Los atajos se prolongan excesivamente, los rodeos se convierten en la ruta crítica, el horizonte parece multiplicar las distancias sobre la superficie de dos espejos confrontados. El universo, por otro lado, se reduce al sitio que un bailarín debe ocupar detrás del telón justo antes de su presentación. La propia forma del laberinto se concibe en sus polos opuestos: es el espacio que se repite indefinidamente, tal la biblioteca de Babel borgiana, y se cumple también en la sencillez de una puerta que conduce a cualquier lugar, según el estado de ánimo de quien lo cruce (una puerta que se abre como un libro y se comporta como tal). Y el tiempo no es aquel de los comentaristas de Heráclito; por momentos comparte la temporalidad en la que Didi y Gogo esperan a un tal Godot, y en otros parece ser una reinvención de la paradoja de los mellizos con la que los físicos relativistas ejemplifican los efectos de los viajes a velocidades cercanas a la de la luz.

Pero si en la obra de Beckett lo que se presenta es la relación de un par de parias olvidados de Dios, Ende muestra las complicaciones del amor de pareja en un escenario fantástico que comparte muchísimas características con nuestras relaciones posmodernas. Así la metáfora del espejo, como la del laberinto en su vinculación con Minos, cumplen su papel de búsqueda del “otro” en quien poder reconocerse: “donde yo soy tú, somos nosotros”, dice Octavio Paz. Contrario a la poesía del mexicano, en este laberinto de soledad exacerbada es un amor que no se atreve a romper las reglas, un amor que se pierde en la duda, que no reconoce al ser amado luego de algún tiempo. Es un amor donde un narrador/Ariadna entrega el lector/Teseo al Minotauro que no lo matará, sino lo asimilará trágicamente con la corrupción espiritual de la sociedad que nos rodea.

Relatos memorables (al prescindir de títulos me limito a una breve descripción): la del nuevo Ícaro que pierde sus alas al ser incapaz de contravenir las indicaciones, la del novio que envejece en el trayecto de alcanzar la puerta de la novia con quien contraerá nupcias, la del actor que espera el vestuario para poder salir a escena, la del mendigo y la reina de las putas… seguramente cada lector tendrá sus favoritos.


El espejo en el espejo... literatura horizontal

Texto: MiánRos en Literatura horizontal
Imagen: Edgar Ende



Hace unos días terminé de leer, El Espejo en el Espejo, del escritor alemán Michael Ende (1929-1995). Creador de tan magníficas obras como, Momo y La Historia Interminable, esta última se encuentra entre las novelas que más me han cautivado y de la que guardo imborrables momentos.Con esta misma influencia, y deseando encantarme una vez más con la fantasía del escritor germano, me introduje en El Espejo en el Espejo.


Perdóname, no puedo hablar más alto.
No sé cuándo me oirás, tú, a quien me dirijo.
¿Y acaso me oirás?
Mi nombre es Hor.
Te ruego que acerques tu oído a mi boca, por lejos que estés de mí, ahora o siempre. De otro modo no puedo hacerme entender por ti. Y aunque te avengas a satisfacer mi ruego quedarán bastantes secretos que tendrás que desvelar por tu cuenta. Necesito tu voz donde la mía falla.
Esta debilidad se explica quizás por la manera de vivir de Hor. Habita, hasta donde puedo recordar, un edificio gigantesco, completamente vacío, en el que cada palabra pronunciada en voz alta produce un eco interminable.
Hasta donde puedo recordar. ¿Qué significa?

La ternura aterciopelada de las historias que recordaba de Michael Ende, tal vez, quedaron escondidas en algún lugar, pero no lejos. Es cierto que según leía la sensación que sentía esta vez era diferente. Mi deleite, sin embargo, subió y bajó por entre los mundos imposibles y de ensueño creados a partir de la nada, casi incompresibles de no ser por una mente abierta y extremadamente adaptada a la perspectiva abstracta y nada racional, que en cuyo caso y de no haber sido de esta manera, no hubiera comprendido la mitad de la mitad; y aún así, y con todo mi atrevimiento me sentí apartado de lo que creía que iba a descubrir realmente. Tanto fue así, que pese a mi entrega, a veces insistente, me perdí, y dentro de esa vorágine, volvía a mí una y otra vez, y me veía junto a ellos (personaje de cuento), en medio del relato y ahondado por las innumerables capas de espejismos, y me negaba a salir.

Ende nos descorre en El Espejo en el Espejo los múltiples mantos que enlazan los sueños, un reflejo en el espejo que se reproduce de manera infinita. Trazos absurdos que únicamente en los sueños pueden crecer y tomar forma y vida.

Los invitados a la boda eran llamas que bailaban y festejaban en el palacio de cera de colores la fiesta más brillante de todas las fiestas. Desde lejos se veía en el paisaje nocturno el resplandor de las traslúcidas y multicolores paredes, torres, puertas y ventanas.
Había hinchadas llamas doradas que se movían majestuosamente y delgadas lenguas de plata que corrían ágiles confundiéndose, había también llamitas diminutas que brincaban por todas partes, y grandes incendios callados que casi permanecían inmóviles en su sitio.

El Espejo en el Espejo es una magia que oscila entre la realidad y lo fantástico, creando un territorio propio donde todos los encantos son verosímiles. La imaginación del lector, puesta en marcha por la maestría del autor, recorre un camino secreto de gozos y miedos, de placeres y espantos, de sabiduría creciente, de experiencia profunda. Son breves relatos con la potencia que solo un mago puede otorgar a las palabras.

Me dirijo a ti, al que me sueña, quien quiera que seas. Sé que no puedo hacer nada contra ti, tú eres el más fuerte. Llévame a donde quieras, pero ten presente que a mí ya no me engañas.

Ende nos da rienda suelta para soñar, pero limita el confín de la ilusión ya que nos sacude la conciencia en cada párrafo para recordarnos que no debemos alejarnos demasiado, pues caeríamos en otro sueño.

Como caminan todos toda su vida sin conocer el momento siguiente, sin saber si con el próximo paso pisarán suelo firme o caerán en la nada. Este mundo es tan precario que cada paso es una decisión.

Para el lector todoterreno, tanto comprensible como irreverente, de mente fatua que sabe acumular sorpresas, este puede ser el libro: El Espejo en el Espejo, de Michael Ende. La obra está acompañada e inspirada en las ilustraciones de Edgar Ende, su padre.

Todo es sueño. Sé que todo es sueño. Siempre lo supe desde que empecé a soñar que yo existía: este mundo no es real.
Pero si resulta que sólo soy vuestro sueño común, que todos vosotros me habéis soñado desde el principio, que nunca fui otra cosa que el sueño de mi venerado público; entonces os ruego, mis queridos soñadores, os pido de todo corazón: ¡dejadme marchar! ¡Soñad a partir de ahora con otra cosa, pero no conmigo! No puedo más. No pretendo que os despertéis. ¡Por mí seguid durmiendo mientras queráis y dormid bien, pero dejad de soñarme! Os habéis divertido conmigo, dejad ahora que me vaya, ¡por favor!


viernes, 25 de abril de 2014

El elemento fantástico en la obra de Michael Ende.

Texto: Donaldo García, Valentina Truneanu, Angel Delgado-Gómez en Contexto
Imagen: Momo, pelicula animada


RESUMEN
En el presente trabajo se analiza la forma en que Michael Ende utiliza el elemento fantástico para elaborar su propuesta de literatura infantil y juvenil. Para este estudio, se tomaron en cuenta tres textos de este autor alemán: Momo, La historia interminable y Tranquila Tragaleguas. En cada una de estas obras se trata el tema de la relatividad espacio-temporal característica de lo fantástico: cómo maneja el autor dicha relatividad, cuáles son las constantes en la literatura fantástica infantil y cómo se manifiestan en la obra de Ende. Igualmente, se abordan otros conceptos como la amistad, la soledad y el poder, y qué matices toman en la visión del autor referido.

Palabras clave: espacio-tiempo, fantasía, literatura infantil y juvenil.



1. La relatividad espacio-temporal de lo fantástico

En la obra de Michael Ende, lo real y lo ficticio e imaginario se confunden y se mezclan. Las barreras son borrosas, indefinidas, no precisas; lo cual hace de la obra un mundo donde es difícil determinar una relatividad espacio-temporal. Las tres obras analizadas (Momo, La historia interminable y Tranquila Tragaleguas) son ajenas a una realidad temporal y espacial y hasta carecen de continuidad vital, ya que los referentes de tiempo-espacio adscritos al texto literario no son isomórficos con el mundo perceptible. Los personajes comienzan, terminan y existen sólo en el texto (Navarro, 1992: 112). Sin embargo, el autor no construye el mundo de la nada, sino que busca en su mundo interior, en su entorno, en las leyendas y relatos de tradición oral, elementos que le sirvan para edificar el espacio en el cual se desarrollan las historias.

En Momo, la obra es iniciada con esa imprecisión tempo-espacial propia de las obras fantásticas al decir: En los viejos tiempos, cuando los hombres hablaban todavía muchas otras lenguas, ya había en los países ciudades grandes y suntuosas. Se alzaban allí los palacios de reyes y emperadores, había en ellos calles anchas, callejas estrechas y callejuelas intrincadas, magníficos templos con estatuas de oro y mármol dedicadas a los dioses (Ende: 1998: 11).

Sin embargo, a pesar de no precisar el espacio, es fácil deducir que se refiere a una o unas de las grandes ciudades que se desarrollaron en Europa durante el apogeo del Imperio Romano. Pudiera ser objeto de discusión la afirmación dicha anteriormente y pretender que dicha ciudad se ubica en algún punto inexacto de India, China o Japón, donde surgieron ciudades poderosas, en las cuales también se esculpieron estatuas de oro. Pero hay elementos que nos ayudan a sustentar nuestra afirmación, como son:
1.- Las ciudades con callejas estrechas y callejuelas intrincadas son propias, más no exclusivas, de Europa Central.
2.- El arte escultórico chino, hindú y japonés se realizó con piedra caliza, arenisca, madera pintada, cerámica, marfil, bronce, casos aislados en oro; mientras que el mármol y el oro se emplearon con mayor frecuencia en Grecia y de allí pasó a Roma.
3.- El elemento básico que sustenta es planteamiento es el paratexto presente en una de las primeras páginas de Momo (cf. Ende: 1998: 13). Dicho paratexto (realizado por el propio Ende) nos muestra el anfiteatro donde vive Momo y puede apreciarse que es una construcción típica del Imperio Romano.

El tiempo en Momo también sufre de imprecisiones. En los capítulos Una persecución alocada y una huida tranquila, Cuando los malos tratan de hacer lo mejor, Momo llega al lugar de donde viene el tiempo, Paratexto: Elementos verbales y gráficos (dibujos, ilustraciones, etc.) que acompañan al texto, formando parte del discurso literario que constituye la obra.

Allí un día y aquí un año, se observa una serie de situaciones irregulares con el tiempo. En primer lugar, el tiempo que pasa Momo, la protagonista, en la casa de Ninguna Parte no coincide con el tiempo que transcurre en el pueblo. No sabía que, durante mucho tiempo, no tendría otros oyentes. No podría saber que esperaba en vano a sus amigos, que había estado fuera tanto tiempo y que mientras tanto el mundo había cambiado (Ende: 1998: 164).

El otro lugar donde hay esa intemporalidad lo observamos en el momento en que Momo entra a la calle de Jamás donde no existe el tiempo definido como tal. Aquí ya no era de noche, pero tampoco era de día (Ende: 1998: 126). Se llega hasta el extremo de que, en un trayecto de la calle, Momo tiene que andar de espaldas, porque de lo contrario no lograría avanzar. Como se observa en estos cambios, el tiempo se trasloca y se subvierte la concepción del mismo. Además, Ende convierte a un ente abstracto como el tiempo en un objeto concreto, como son las flores horarias. Se habla de un tiempo, no universal y global, sino propio y personal. Como objeto, el tiempo (o las flores horarias) puede ocupar existencias espaciales y ser trasladado. 

Originalmente, las flores horarias ocupaban un espacio en el corazón de cada hombre y fueron guardadas por los hombres grises en una bóveda secreta. Además, lo que salva al mundo de los villanos fue el hecho de que Momo tuviera una flor horaria mientras el tiempo estaba detenido.

Momo entró, con los ojos admirados en los inmensos almacenes. Había incontables flores horarias, como copas de cristal, alineadas en estanterías sin fin, la una más hermosa que la otra, y todas eran diferentes: cientos, miles, millones de horas de vida. Hacía más y más calor, como en un invernadero (Ende: 1998: 249).

En La historia interminable, podemos establecer dos espacios bien demarcados; pero al igual que en Momo, no hay precisión en cuanto a la ubicación geográfica. El primer espacio creado por el autor es el que sirve de marco a los acontecimientos que le permiten a Bastián obtener el libro de La historia interminable. Aquí otra vez el autor no precisa el lugar aunque sí el tiempo. Fuera hacía una mañana fría y gris de noviembre, y llovía a cántaros. Las gotas correteaban por el cristal… (Ende: 1998: 7). 

En esta obra, no podemos determinar con pruebas fehacientes que se refiere a Europa porque también esas características las podemos hallar en ciudades estadounidenses o latinoamericanas. 

El segundo espacio creado por Ende es donde suceden los acontecimientos de la lectura, en Fantasia, un mundo mágico, impreciso, no definido por el autor; pero que debido a algunas descripciones de áreas boscosas, oscuras, pudiera asemejarse a la Selva Negra; también los paratextos (imágenes creadas por Roswitha Quadflieg) nos ayudan a afirmar que el espacio creado por el autor se nutre de elementos de Europa Central (sur de Alemania, Austria, Liechtenstein, Suiza). Sobre todo por la arquitectura que describe el autor en los capítulos La ciudad de los espectros, Amarganz La Ciudad de Plata, La Ciudad de los Antiguos Emperadores, Doña Aiuola, entre otros. Sumémosle a esto el uso de personajes como: dragones, centauros, trolls, elfos, caballeros, princesas, brujas, enanos, magos, campesinos honestos, héroes, los cuales son constantes en los relatos maravillosos europeos.

En cuanto al tiempo, el autor lo precisa y lo delimita. Lo precisa en el sentido de que al inicio de la obra el autor nos dice que es un día de noviembre, aunque no especifica el año. Lo delimita ya que establece tres tiempos diferenciables que serían: el tiempo de los acontecimientos que suceden en Fantasia (la búsqueda de Atreyu), el tiempo de lectura de Bastián en el desván del colegio, el tiempo de lectura del lector.

El primer tiempo es totalmente impreciso, incalculable; da la sensación de que son muchos años los que transcurren. En los otros dos tiempos que se refieren a la lectura, la de Bastián está definida en un día, aunque debemos delimitar dos partes: La primera, desde antes de las nueve de la mañana hasta las doce de la noche, que es el tiempo usado por Bastián para leer el texto hasta el momento de entrar en Fantasia. Y la segunda, desde las doce de la noche hasta antes de las nueve de la mañana del día siguiente.

Este tiempo empleado por el lector dentro de la obra es impreciso, ya que no se corresponde con las aventuras vividas por Bastián. De hecho, el mismo autor plantea: ¿Cuánto tiempo podía haber pasado desde que comenzó su gran viaje por la Historia Interminable? ¿Semanas?¿Meses? ¿Años quizás? (Ende: 1994: 411). 

Además, el tiempo que precisa Ende (cada hora) que Bastián consume mientras lee la primera parte del libro, al igual que la segunda parte, no coincide con el tiempo del verdadero lector (bien sea niño, joven o adulto).

En Tranquila Tragaleguas el espacio es totalmente impreciso, hasta el extremo de que no podemos determinar exactamente el lugar en que se desarrolla el cuento. En cuanto al tiempo, Michael Ende vuelve a trabajarlo de tal manera, que a pesar de que Tranquila parte quince días antes de la boda del sultán Leo Vigésimo-Octavo, llega en el momento justo de la boda del sultán Leo Vigésimo-Noveno. La lentitud de la tortuga fue tal que tardó años en llegar a la boda, pero ella sólo tenía con ciencia de haberse tardado quince días, lo cual causa asombro en el lector y a la vez constituye un elemento humorístico.

Como se observa, los escritores de literatura fantástica construyen su obra con una relatividad espacio-temporal que le permite al niño ver que lo real y lo imaginario se corresponden muy de cerca y se interpretan (Held: 1981: 52) sin importar las rupturas de los paradigmas establecidos por la ciencia. A pesar de esta relatividad espacio-temporal, los autores construyen sus espacios siguiendo algunos parámetros que Jacqueline Held define como:
- Un país inventado donde se observa un sustrato de elementos conocidos.
- Un país real donde se inserta el elemento fantástico.
- Un país afectivo que se produce con la mezcla de los recuerdos de infancia, experiencias, es decir, el universo mítico del autor.

En el caso de la obra de Michael Ende, los espacios creados por el autor son variados:
1.- En Momo existen un espacio real, en donde se introducen los elementos fantásticos (los villanos) que se yuxtaponen con un espacio que bien pudiera ser afectivo o lo que otros denominan espacio fantástico puro (En la calle Jamás), en el cual no hay ningún elemento que lo asocie con la realidad. Aparentemente, nos inclinamos por aceptar la hipótesis de un espacio fantástico puro, pero debido a un desconocimiento biográfico sobre el autor, no descartamos la otra. Esta suposición la basamos en la siguiente cita:
En realidad se trataba de una callejuela estrecha. Las casas que se alineaban a derecha e izquierda parecían pequeños palacios de cristal, lleno de torrecitas, galerías y terrazas que hubieran estado muchísimo tiempo en el fondo del mar y de pronto hubiera salido a la superficie cubierta de algas,moluscos y corales. Y todos de colores suaves, nacarados
(Ende: 1998: 128).

2.- En La historia interminable, el autor yuxtapone un paisaje real con un paisaje inventado, aunque al igual que en Momo, este paisaje pudiera ser afectivo; pero el desconocer datos verdaderos del autor nos impide mantener esta hipótesis.
3.- En Tranquila Tragaleguas hay un solo paisaje, que corresponde a un paisaje inventado.

En estos espacios creados por el autor, se introducen los elementos extraordinarios. En Momo, lo fantástico es introducido en el paisaje real por la aparición de los hombres grises (villanos de la obra) y por Casiopea, que es el elemento que sirve de unión entre el paisaje real y el fantástico puro.

En La historia interminable, el elemento que une lo fantástico con lo real lo representa el libro de La historia interminable, que permite unir el mundo real de Bastián y el de Fantasia mediante la lectura que hace el niño. Sin embargo, Bastián logra entrar al paisaje inventado y se produce una metamorfosis en un personaje de ese ambiente; el único lazo de unión son los recuerdos, los cuales pierde gradualmente, y sólo con la ayuda de doña Aiuola y su casa transformadora y del minero ciego que trabaja en el pozo Menroud logra recobrar algunos atisbos de recuerdo y volver al mundo real. En Tranquila Tragaleguas, el elemento fantástico se logra mediante uno de los recursos más corrientes, como lo es la humanización de los animales.


2. Los deseos humanos y los poderes

En la literatura fantástica infantil, se observa una serie de constantes que están estrechamente ligadas con los deseos humanos. Conceptos sobre la inmortalidad, la amistad, el amor, la invisibilidad, la soledad, el poder están en forma de sustrato en las obras fantásticas y la obra de Michael Ende no escapa de estos planteamientos.

La noción de inmortalidad es demasiado conceptual. Es abstracta. Para el niño más pequeño carece de sentido. Ante todo porque tiene toda la vida por delante y porque la muerte está más allá y es para los otros (Held: 1985: 100).

En la obra de Michael Ende, el deseo de la inmortalidad lo podemos detectar, primero, en Momo, a través de las intenciones de los hombres grises de obtener las flores horarias y de esta forma lograr el dominio de los hombres y con ella la inmortalidad. Mientras que en La historia interminable, hay dos personajes eternos, inmortales, la Emperatriz Infantil o la Hija de la Luna y el Viejo de la Montaña Errante, aunque también son antiguos la Vetusta Morla y Uyulala. Este deseo no está presente en los personajes principales, sino que es una cualidad de algunos.

El otro deseo humano presente en la obra es el amor y la amistad. En principio se considera el primero como una exclusividad del adulto y el segundo, en el niño. Pero si eludimos en el amor lo carnal y erótico, nos queda un sentimiento puro que se considera más que la amistad y no es ajeno al niño. Este sentimiento duradero es al que el niño aspira. En Momo, el amor puro de ella por sus amigos Bepo y Gigi trasciende ante cualquier peligro. En La historia interminable existe un lazo indeleble entre Bastián y Atreyu, que va desde la admiración mutua hasta el sacrificio que adquiere Atreyu con el fin de que Bastián vuelva al mundo real. 

– Dicen que, entonces, la serpiente blanca no te dejará pasar, tendrás que volver a Fantasia y terminarlo todo.
– ¿Todas las historias? –balbuceó Bastián–. Entonces, no podré regresar nunca. Todo ha sido inútil. (…)
– Dicen que no hay nada que hacer, a no ser que haya alguien que haga por ti ese trabajo.
– Pero si las historias son innumerables –exclamó Bastián– , y en cada una aparece siempre otra. Una tarea así no puede acometerla nadie.
– Sí –dijo Atreyu–. Yo puedo
(Ende: 1994: 409).

La soledad es el otro deseo humano que está presente no sólo en la literatura infantil del siglo XX, sino en la literatura en general. En la sociedad actual, el niño vive relegado; se siente cada vez más condenado al silencio, a la soledad. El ritmo de trabajo de sus padres y los medios de comunicación social (entre otras causas) han provocado el aislamiento en el seno familiar. Sin embargo, a pesar de todo, el niño se ahoga con las curiosidades que querría experimentar, con los hechos capitales para él, que querría contar, con los descubrimientos que serían tan agradables de participar. Rebobina y rechaza. Se calla. Se calla y el deseo de diálogo lo sumerge (Held: 1981: 110). Esta situación está totalmente reflejada en las obras de Michael Ende. En Momo, el deseo de ahorrar tiempo de los padres provoca el descuido de sus hijos; los niños se aíslan y se refugian en el anfiteatro donde vive Momo y la única forma de salir del tedio es realizar juegos imaginarios en donde los niños logran hacer lo que no pueden en la vida real, como en el caso de la hermosa escena del juego en que los niños buscan al tifón andarín y se consiguen con un Sum-sum gomalasticum.

En La historia interminable, Bastián Baltasar Bux es un niño huérfano de madre, muy solitario. El mutismo de su padre, el rechazo de sus compañeros de clase por ser un muchacho pequeño, gordo y opacado, lo hace refugiarse en la lectura y es por este medio que entra en la fantasía y hace realidad todos sus sueños. Éste es el deseo humano que el autor explota con mayor maestría y en ella gira la crítica que reproduce Ende a la sociedad actual.

Esta crítica no es imperceptible a los ojos de los niños; por lo tanto, estas obras le permiten reflexionar, interpelar a sus padres, desarrollar sensibilidad, inteligencia e imaginación, es decir, lograr un desarrollo equilibrado y armonioso y que lo diferencia de aquel en el cual no existió, no se formó, ni se nutrió de un modo valedero (Held: 1981:139). El poder es otro de los deseos humanos que está presente en la literatura fantástica infantil. En la mayor parte de los casos, el poder se obtiene mediante un objeto exterior, particular, que se lo da al protagonista un personaje especial (que sería el donante, según la clasificación de Vladimir Propp). 

En Momo, el don de la protagonista está representado en la capacidad de escuchar y es el medio que le permite descubrir las verdaderas intenciones de los hombres grises. Sin embargo, la figura de Casiopea viene a representar el elemento protector de ella y la flor horaria que le otorga el maestro Hora sería el elemento externo que le concede el poder para lograr vencer. 

Pero tengo la facultad, Momo, de darte a ti sólo, sólo a ti, una flor horaria, pero sólo una, porque sólo florece una cada vez. Así que cuando se hubiera acabado todo el tiempo del mundo, tú todavía tienes una hora 
(Ende: 1998: 231-232).

En La historia interminable, el don del protagonista está centrado en la capacidad de creer en la fantasía. El poder se obtiene por medio del ÁURYN, joya circular que le otorga la Emperatriz Infantil, primero a Atreyu para emprender la larga búsqueda y encontrar al salvador de Fantasia; y, en segundo lugar, a Bastián una vez dentro de Fantasia, lo cual le da el poder de lograr todo lo anhelado.

Lo miró y lanzó una exclamación de sorpresa.
¡Era ÁURYN, la Alhaja, el Esplendor, el Signo de la Emperatriz Infantil que hacía a los que lo llevaban representantes suyos! La Hija de la Luna le había dado poder sobre todos los seres y las cosas de Fantasia
(Ende: 1994: 198-199).

Estos poderes agrupados que recibe Bastián lo hacen volverse un ser ambicioso, prepotente, incapaz de pensar, lo que provoca la gran lucha en los jardines de la Torre de Marfil. Pero, en esta historia, Bastián recibe más de un objeto mágico, como lo es el cinturón Guémmal que le permitía ser invisible y la espada mágica llamada Sikanda que le da Graógraman. El mal uso de estos dones provocó la enemistad entre Bastián y Atreyu.

Las consecuencias nefastas de la ambición de poder se ponen de manifiesto en la Ciudad de los Antiguos Emperadores, donde habitan todos los seres humanos que quisieron ser emperadores de Fantasia y, al no lograrlo, enloquecieron y permanecerían allí por toda la eternidad. 

– Y todos estos –preguntó sin aliento–, ¿fueron o quisieron ser en otro tiempo emperadores de Fantasia?
– Claro –dijo Árgax–. Todo el que no encuentra el camino de vuelta quiere ser tarde o temprano emperador, no todos lo consiguieron, pero todos lo intentaron 
(Ende: 1998: 358).

Pero el poder que presentan todos los personajes de Michael Ende y que es capaz de dominarlo todo es el poder de la imaginación que les permite inventar historias, trascender el instante, lo dado, lo inmediato (Held: 1981: 111).


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BIBLIOGRAFÍA

ENDE, Michael (1994). La historia interminable. Madrid: Alfaguara.
__________, (1998). La historia interminable. Madrid: Alfaguara.
__________, (1998). Momo. Bogotá: Alfaguara.
__________, (1997). Tranquila Tragaleguas. Bogotá: Alfaguara.
ESTÉBANEZ CALDERÓN, Demetrio (1996). Diccionario de términos literarios.
Madrid: Alianza.
HELD, Jacqueline (1981). Los niños y la literatura fantástica. Buenos
Aires: Paidós.
NAVARRO, Armando; Almoina de Carrera, Pilar y otros (1992). Teoría y praxis
del cuento en Venezuela. Caracas: Monte Ávila Editores.
NAVAS, Griselda (1985). Introducción a la literatura infantil: Fundamentación
teórico-crítica (I). Caracas: Universidad Pedagógica Experimental Libertador.
PROPP, Vladimir (1977). Morfología del cuento. Madrid: Fundamentos.
VÉLEZ DE PIEDRAHÍTA, Rocío (1983). Guía de literatura infantil. Bogotá: Norma.

Ende el mago, Michael el niño

Texto: vonhou
Imagen: El mago


Michael Ende sentía fascinación por la figura del Pagad, al grado que el 12 de junio de 1985 junto con otros escritores, artistas y gente que gustaba de la literatura formaron un grupo literario llamado Der Pagat (El Pagad). Este personaje también llamado el Mago o el Batelero, es la primera carta del Tarot; cuyos brazos y cuerpo forman la letra aleph , representando así al ser, el espíritu, el Hombre o Dios. En palabras de Ende: "es el uno, es el número mayor, es la unidad inconcebible de todo, encierra en sí todas las oposiciones, es impronunciable o mejor dicho, es una consonante inaudible". 

El Pagad lleva alrededor de la cabeza un nimbo en forma de símbolo de la vida y el espíritu universal. Ante el están las espadas, las copas, los pantáculos y eleva hacia el cielo la varita milagrosa. 

Para el escritor, este personaje es el artista por excelencia y tiene un significado dual, por una parte es un prestidigitador que representa el elemento lúdico del arte, por otra, un mago, aquel que crea con palabras. Mientras el prestidigitador es un facilitador, el mago es un creador y ambos aspectos van unidos en la figura del Pagad quien mediante su arte logra ”jugar y crear un nuevo mundo habitable”

Ende muestra claramente esta figura en un poema homónimo compilado en Carpeta de apuntes, y en un relato de El espejo en el espejo, jugando además con su propio nombre:

Sobre el escenario en la penumbra hay un hombre que lleva un sombrero grande y extraño [  ]. Con la mano izquierda señala hacia arriba y con la derecha hacia abajo [  ], así permanece un ratito sin moverse.
Después se dirige de pronto al proscenio, se quita el sombrero y se inclina profundamente, casi hasta el suelo, delante del niño del último banco.
-    Gracias –dice-, lo ha hecho muy bien.
-    ¿Quién eres tú? –pregunta el niño.
-    El Pagad –contesta el hombre sentándose en el borde del proscenio y columpia las piernas.
-    ¿Y qué eres? –pregunta el niño.
-    Un mago –responde el hombre- y un prestidigitador. Ambas cosas.
-    ¿Y cómo te llamas? –quiere saber el niño.
-    Tengo muchos nombres –contesta el Pagad-, pero al principio me llamó Final.
-    Es un nombre raro –opina, riéndose el niño.
-    Sí -dice el Pagad-, ¿Y tú como te llamas?
-    Yo solo me llamo Niño –dice, turbado, el niño.

***
-    ¿Dónde vives? –inquiere el Pagad.
-    No se puede vivir ya en ninguna parte –contesta el niño-. Yo, en todo caso, no puedo.
-    Entonces yo tampoco –opinas el Pagad pensativo - ¿Qué hacemos?
-    Podríamos irnos juntos –propone el niño- y buscar un mundo nuevo, donde podamos vivir los dos.
-    ¡Buena idea! –dice el Pagad poniéndose su sombrero grande y extraño-. Y si no lo encontramos, inventamos uno.
-    ¿Es que tu puedes?- pregunta el niño.
-    No lo he intentado aún –responde el Pagad-, pero si tu me ayudas … Por cierto, encuentro que deberías tener un nombre de verdad. Te llamaré Michael.


La historia interminable de Michael Ende

Texto: Hector Martínez Sanz en Retrato Literario



La historia interminable representa, por encima de trivialidades, un tributo a la historia literaria y filosófica. Siguiendo la actitud de su admirado Borges, Ende entreteje resonancias y ecos de toda la tradición literaria, desde la antigüedad a lo contemporáneo, en distintas escenas, personajes e interacciones. No hay ni se pretende originalidad, sino escribir sobre lo ya escrito, hacer texto sobre los textos. Intención invisible para una época en que primaba lo original y nuevo, lo distinto hasta la excentricidad. Una época cuyo juicio ha resultado fatal e inapelable para esta obra.

Apenas se sabe que en la novela de Ende resucitan Pegaso, el Ave Fenix, Quirón -el centauro instructor de antiguos héroes griegos-, las Sirenas de Homero, el Oráculo de Delfos, Heráclito, Erebo -divinidad griega del atardecer y la oscuridad-, Fenrir y Jörmungandr -monstruos de la mitología nórdica-, Shahriar y Scheherezade -de Las mil y una noches-, la Alicia de Carroll, Tolkien, Shakespeare, el propio Borges, Novalis -poeta fundamental para Ende-, Freud o una gran parte de Nietzsche, los surrealistas Salvador Dalí, Edgar Ende -padre de Michael- y Hans Bellmer; muy poco se repara en el autobiografismo de la obra, los efectos vanguardistas, del surrealismo en mayor medida… Acaso los admiradores de Tolkien cayeron en varias coincidencias, pero tan sólo aquellas que tocaban a éste. Como es lógico, no tardaron en calificar de plagio y necedad a La historia interminable y su autor -pese a que nunca lo harían con Don Juan Manuel o con el mismo Borges.


Michael Ende cometió un error garrafal al firmar los derechos para la adaptación a la gran pantalla. Sólo se dio cuenta cuando le enseñaron el resultado, y la batalla legal que emprendió para no aparecer avalando aquello en los créditos estaba ya perdida. Le habían destripado y reinterpretado la historia hasta hacérsela irreconocible. Más aún las secuelas. Y fue la sentencia definitiva para la obra escrita, cuando los años que corrían anunciaban el imperio de la imagen sobre la letra, y los cánones que aquel ordenaba. Bastián ya no era gordo ni Atreyu un piel verde. ¡Qué protagonistas más extraños frente a los estereotipos de tan buen resultado! Quizás de ello aprendió Ende, y decidió estar pendiente de la adaptación, en 1986, de su anterior éxito Momo. Aunque, en mi modesta opinión, no deja de ser paradójico que un escritor, y tras la experiencia vivida, quisiera cambiar sus páginas por unos metros de celuloide.


La historia sin fin de Michael Ende cumple 30 años

Imagen: Beatrix Colom



GARMISCH-PARTENKIRCHEN

En 1984, la película fue llevada al cine por Wolfgang Petersen y batió varios récords. El presupuesto de 60 millones de marcos no tenía precedentes entonces en el cine alemán.  "La historia sin fin" es seguramente el libro más conocido del escritor alemán Michael Ende (1929-1995).

Desde su publicación en 1979, el fantástico relato vendió millones de ejemplares, se tradujo a numerosas lenguas y alcanzó sobre todo entre los adultos una especie de estatus de culto.

Hasta hoy en día, se siguen publicando enciclopedias sobre el libro, así como ediciones nuevas ilustradas.


La trama se centra en el niño Bastian, del que se burlan habitualmente sus compañeros de clase. Un día, descubre en una tienda de antiguedades un libro con el título "La historia interminable". Lo roba y se esconde con él en el desván de su escuela.

Comienza a leer y es arrastrado cada vez más profundamente hacia un mundo fantástico, en el que el joven héroe Atreyu intenta salvar el reino de Fantasia y a su emperatriz.

Y es que el país está siendo engullido por una "nada" misteriosa. En esa aventura, Bastian se encuentra con dragones, hombres-lobo y muchos otros personajes fantásticos.

En 1984, la película fue llevada al cine por Wolfgang Petersen y batió varios récords. El presupuesto de 60 millones de marcos no tenía precedentes entonces en el cine alemán.

Se distribuyeron 300 copias. Y se desarrollaron especialmente para la película novedosos efectos especiales.

La cinta también fue un éxito en Estados Unidos. Michael Ende mismo, quien también triunfó con la novela "Momo", sin embargo, se distanció de ella y la calificó de "un melodrama gigante de cursilería, comercio, peluche y plástico".


jueves, 24 de abril de 2014

La tortuga, un símbolo viviente

Texto: Jacques Prestreau en Cheloniofilio

     

La tortuga, animal que existe desde hace más de 250 millones de años, omnipresente en la memoria de los hombres y las civilizaciones, un día no será más que un nostálgico recuerdo. Recordemos entonces… los símbolos están ligados esencialmente a culturas y tradiciones antiguas que toma el mundo contemporáneo y de las cuales queda impregnado. No es sorprendente constatar que son las antiguas civilizaciones, principalmente en las regiones rurales y de montaña, en las cuales los símbolos tuvieron más importancia. En relación al carácter particular de la tortuga, encontramos cuentos o leyendas ligados a arquetipos simbólicos. Evocaremos creencias, leyendas, y recurriremos a la cosmogonía, es decir, la representación del mundo y su creación en las civilizaciones antiguas. Tanto en Extremo Oriente (China, Japón, Vietnam, Corea, India, El Tíbet…) como en América del Norte (desde México hasta Alaska), la tortuga es, ante todo, el soporte del mundo. Casi en la totalidad de las civilizaciones antiguas del mundo entero (de las cuales aún algunas existen, como el pueblo aborigen de Australia, China o Vietnam) la tortuga siempre ha sido siempre un símbolo de sabiduría y longevidad. Esto se debe evidentemente a su larga vida y a su indolencia, pero al mismo tiempo a su discreción frente a los eventos que marcan el ritmo del mundo. La lentitud de su desplazamiento la hace figurar como digna representante de la sabiduría…y del arte de tener toda la eternidad delante de sí.


Es impresionante constatar de qué manera la tortuga ha marcado el espíritu de la civilización china. Aquí es necesario precisar que las primeras huellas de la escritura china remontan a 35000 años aproximadamente y que sus ideogramas primitivos, cuando no eran gravados sobre piedra, lo eran sobre los caparazones de este animal. Por otro lado las escrituras de los antiguos quedaban grabadas por la eternidad si el soporte era un caparazón de tortuga, todavía más que los que eran grabados en piedra. La longevidad de la tortuga y la estabilidad de su cubierta han intrigado igualmente a adivinos durante largos siglos después de su muerte los que le atribuyeron el conocimiento del futuro escondido en los motivos del caparazón. Arrojándolo algunos minutos al fuego de la tierra, podían verse sobre el caparazón los espíritus celestes en comunicación con los hombres inscribiendo símbolos en las quebraduras y en las fisuras causadas por el fuego. De esta manera, queriendo reproducir los motivos generados, los adivinos y sabios trazaron hace 3500 años los primeros símbolos que se transformaron progresivamente en las 214 claves de base que permitían la elaboración de todo el sistema de escritura china. Sin embargo, la numerología y los primeros cuadrados mágicos fueron inventados y realizados con la ayuda de los motivos y la disposición de las escamas del reverso del caparazón. Los chinos fueron los primeros terrariófilos del mundo. Desde hace más de dos mil años, en ciertas provincias de montaña, el tener una tortuga bajo el techo concede una protección divina a la familia y al hogar. No existía un solo templo taoísta o budista que no poseyera tortugas, no para comerlas sino para proteger la vida de los que allí residían. Así, las tortugas podían ser tomadas de la naturaleza para consumo humano (práctica esencialmente confucionista), pero también como compañía protectora de la familia y de la morada.

Para el Tao, filosofía mayor de la China antigua como de la China moderna, cinco son los elementos suficientes para construir todos los ladrillos del mundo. Estos son la madera, el metal, el fuego, la tierra y el agua. Estos cinco elementos estás asociados con cinco estaciones (el monzón era considerada una estación) , cinco direcciones (los cuatro puntos cardinales más el lugar en el que nos encontramos), cinco colores y cinco animales. La tortuga es uno de esos cinco animales que está asociado al norte, al elemento agua, al invierno y al negro (color de la pureza en Extremo Oriente contrariamente al mundo occidental)

En china existe un cierto número de dioses que nos son dioses bajo el sentido del mundo occidental sino representaciones de los muy diversos aspectos del espíritu humano. Entre estos dioses encontramos dos de los cuales hablaremos dado que están ligados directamente a tortugas legendarias. Se trata del dios de los Exámenes y del dios de la longevidad. El dios de los exámenes está determinado en el cielo chino por las cuatro estrellas que forman el carro de la Osa Mayor. Es un dios de una fealdad particularmente notable, con la cara deformada por una horrible mueca. En su mano izquierda tiene un celemín , en la derecha un pincel de calígrafo. Está enteramente desnudo a excepción de un paño que rodea ligeramente las caderas. Se posiciona de una manera extraña, inclinado hacia adelante, en una postura que evoca a un hombre corriendo. Sólo el pie derecho reposa sobre el suelo o más bien… sobre una cabeza de tortuga. La explicación más precisa es que a lo largo de su vida en tierra este personaje fue el primer recibido en el Doctorado, pero viendo su inmunda fealdad el emperador rechazó entregarle el diploma. En la cima de la desesperación y el deshonor, se quitó sus vestiduras e intentó ahogarse pero una tortuga Ngao que por allí pasaba lo tomó sirviéndose de su cabeza e hizo de él un dios, expidiéndolo al Cielo. El dios de la longevidad tiene el típico rostro del anciano chino de barba larga y enorme calva. Está encorvado pero se mantiene aún de pie, apoyándose con un gran bastón de madera lleno de nudos, teniendo en una de sus manos el fruto de la inmortalidad. A sus pies se encuentra una tortuga y a veces una garza o una grulla, animales que poseen una larga duración de vida.

En la cosmogonía china el mundo es portado por cuatro elefantes, a su vez sostenidos por una tortuga. Esta visión del mundo proviene directamente de la India. En efecto, en la India encontraremos a la tortuga portando a los elefantes como en la cosmogonía china. Para los hindúes la creación del mundo viene de la mano del dios Brahma. Una enorme serpiente mordiéndose la cola está suspendida en el vacío del infinito, simbolizando la carrera eterna del sol en el cielo. Sobre esta serpiente reposa una tortuga. Es gracias a esta última que la fuerza de los cielos se traducirá en el mundo de las realizaciones. La tortuga encarna entonces en el espíritu hindú el símbolo de fuerza y de poder creador. Sobre esta tortuga se encuentran elefantes que portan los tres mundos: el mundo inferior de los demonios y del infierno, el mundo intermedio de los hombres y de la Tierra, y el mundo superior de los dioses y de la felicidad. Es gracias a la tortuga que esos tres mundos existen, puesto que ella es el vínculo directo entre el universo y su manifestación.

En la India la segunda de las diez reencarnaciones de Vishnu siempre ha estado bajo la forma de una tortuga llamada Kurma que prestó su ayuda a Indra para vencer a los demonios Asuras. Para llegar a esto, Vishnu sirvió de eje central para permitir a los dioses batir el Océano de los Orígenes donde nació el licor de la inmortalidad, el árbol del Paraíso, la medicina de los dioses, la diosa del vino, las ninfas, el caballo divino, elefante real, y muchas más maravillas… La misma escena está igualmente representada de manera magnífica sobre un bajorrelieve del templo de Angkor, en Camboya.

En Vietnam, al sur de la vieja ciudad de Hanoï, se encuentra un pequeño lago que constituye un verdadero paraíso en el medio de la cuidad. Este lago se llama Hoan Kiem, el lago de la Espada restituida. ¡Es uno de los lugares más románticos del mundo! Se puede pasear una tarde vagando al capricho de los pequeños senderos arbolados que lo rodean. Este lago llevaba antes el nombre de Lago Thuy, es decir, el Lago Verde. ¡No hay vietnamita que ignore la leyenda de este pequeño lago! Un día un joven pescador encontró en alta mar enganchada en una de sus redes una hoja de espada sin mango que llevaba gravada la inscripción “Según la voluntad del Cielo”. El pescador fue a regalar esta hoja de espada al hijo de una persona muy rica, que después de mucha búsqueda encontró el mango. La espada así reconstituida le sirvió durante una decena de años a este notable en la guerra contra los invasores chinos. Este notable se llamaba Le Loi. Vivó realmente de 1385 a 1433. Luego de expulsar al invasor chino se volvió rey en 1428 bajo el nombre de reino de Le Thai To. Con el fin de aprovechar la paz al fin recuperada se instaló inmediatamente en la cuidad que hoy se llama Hanoi. El rey amaba pasearse en una pequeña barca por el Lago Verde. Pero no pudo conservar durante mucho tiempo la espada. Algunos días luego de terminada la guerra, desde su barquito vio de repente surgir del fondo del agua una tortuga gigante. Horrorizado, el rey desenfundó su espada, la blandió delante de él pero la tortuga fue más rápida y sin lastimarlo le arrancó la espada con su boca antes de desaparecer eternamente en las profundidades del lago.

El rey se dijo entonces que el Dios Tortuga de Oro era ciertamente el verdadero dueño de la espada mágica, que éste sólo se la había prestado y dado que la paz había vuelto, él debía restituírsela. Es así que nació la leyenda del lago de la espada “restituida” a su propietario divino. En el lago encontramos realmente tortugas. Desgraciadamente, ya no hay muchas. En el medio del lago se encuentra un islote minúsculo y es rarísimo ver una tortuga tomando un baño de sol en estos días. Cada vez que esto pasa, el evento es apreciado vivamente por la población de Hanoi, puesto que las tortugas que antaño poblaban abundantemente el lago ahora son muy escasas. Tal evento es considerado como un buen presagio para las semanas que se avecinan.

En el Japón, tierra del arte del Sable, la tortuga sigue siendo símbolo de la longevidad y de la estabilidad del mundo. Una leyenda muy antigua cuenta que una tortuga, Minogame, vivió hace 10 000 años, cubierta por un manto de algas en el fondo de un lago. Esta leyenda puede quizás aproximarse a la leyenda vietnamita del Lago de la Espada Restituida. En esta tierra japonesa donde florecieron las artes marciales, el arte del sable (el Iaido) es muy practicado, aun hoy en día. Los sables siempre están decorados. Y muy seguido dos animales son recurrentes: la Grulla y la Tortuga que representan los dos aspectos complementarios y radicalmente opuestos del universo; el ave, símbolo de la libertad en el cielo y del distanciamiento del espíritu ante los eventos mundanos, y la tortuga, símbolo del apego a la tierra. Por otra parte estos dos animales viven largo tiempo, tanto la grulla como la tortuga.

En el corazón de la Isla de Java, en Indonesia, se encuentra el templo budista de Borobudur. Este templo levantado en el siglo IX es una de las mayores obras de arte budista. Inmenso, de aspecto piramidal y en el cual uno no permanece, este templo constituye un espiral iniciático llevándonos desde el suelo que representa el mundo material hasta la punta que representa el mundo espiritual. En el budismo todo el trabajo de un maestro budista es el de llegar a la realización de su propio Despertar luego de conducir pacientemente a todos los seres vivientes, incluidos los animales, hasta su propio Despertar y al cese de todo el sufrimiento. A lo largo de todo este recorrido subiendo suavemente en espiral en el templo de Borobudur encontramos inmensos frescos de piedra que son al mismo tiempo paneles, cada uno evoca una historia del Buda histórico o de grandes budistas del pasado.

El panel número 192 del templo de Borobudur relata la historia de una tortuga. Un día un monstruo marino atacó a un barco y todos sus ocupantes cayeron al agua. Entonces, un budista reencarnado, en una tortuga, socorrió a los náufragos llevándolos sobre su caparazón y los llevó a tierra firme. Éstos, debiéndole la vida, se pusieron alrededor de la tortuga formando un círculo y escucharon sus enseñanzas sobre el buda. Aquí se le reconoce a la tortuga un poder divino elevando a los hombres a una vida mejor.

Para los indios de América del Norte, la tortuga, aun a causa de la redondez de su caparazón, representa a la Tierra Madre que nutre y de la cual la raza indígena ha aparecido. Para los iroqueses de América del Norte, en tiempos muy antiguos la tortuga salvó a la Madre, una suerte de Eva de los indios, cuando ésta cayó al océano. Cogiendo a la Virgen primordial, la mantuvo lejos del agua sobre su caparazón. Así para los iroqueses la Tierra es una gigantesca tortuga flotando sobre el mar. Y sobre su caparazón, la Virgen pudo dar luz y volverse la madre de los hombres, la Madre.

Numerosos petroglifos del neolítico representan a la tortuga en América del Norte y también en Hawái.

Hasta el siglo XX la tortuga está muy presente en las culturas indígenas en los cantos, los cuentos, las leyendas tribales, hasta en la observación de los rituales. Para los Tohono O’Odham (el Pueblo del desierto) de Arizona y los Comcaac del Desierto de Sonora es la Tortuga quien plantó el cactus gigante saguaro y quien permanece como su guardián. Sin embargo, para los indios del desierto de Sonora y de Arizona, la tortuga era consumada, luego los restos eran utilizados como alhajeros, instrumentos de música, juguetes para bebés, muñecas para las jóvencitas, o bien como ingredientes para las preparaciones farmacéuticas. A pesar de esto, existía una regulación de este consumo a causa de la creencia en los tabús.

Para los indios del desierto, tener una tortuga cautiva en el hogar era atraer la desgracia: ya no crecería ningún tipo de hierba y la maldición caería sobre el pueblo, los niños no crecerían, las mujeres sólo darían a luz a niñas. Un nido de tortugas era un lugar sagrado imposible de violar. La caza de tortugas con fines alimenticios debía hacerse únicamente bajo ciertas condiciones, en lugares y momentos precisos. Transgredir una prohibición en lo concerniente a las tortugas era la manera más segura de atraer enfermedades. Las comunidades de tortugas se mantenían entonces a pesar de todo, cosa que no sucede ahora desde la llegada del hombre blanco y la “civilización”. La tortuga traía también la desgracia sobre el hombre descortés, criminal o simplemente de mala voluntad. Sólo una tortuga podía conjurar sortilegio que le serían atribuidos.

Una leyenda Comcaac cuenta la historia de un hombre llamado ziix Taaj, dotado de poderes sobrenaturales, al que se vio un día platicando y jugando un juego de sociedad con una tortuga sentada delante de él. La tortuga llevaba ganando varias veces y Ziix Taaj se enfureció y se puso a vociferar. Arrojó entonces una toalla sobre la tortuga y la golpeó durante un largo momento dando por mal terminada la partida. Los testigos del hecho quedaron espantados. Después de este suceso ningún comcaac se atreve a mirar una tortuga a los ojos, puesto que ésta comprende bien la lengua de los concàacs y habla con sus ancestros desde tiempos remotos.

Para los Inuits del norte glacial de Canadá, que también son indios y cuyo nombre significa simplemente “los hombres”, la tortuga está asociada a la tierra, Madre procreadora del linaje de todos los “hombres”. En el seno de esta civilización tan particular, se les recuerda constantemente a los niños el vínculo a sus orígenes conservando sobre ellos un trocito de su cordón umbilical. Las niñas lo llevan en una bolsa de piel con forma de tortuga y los niños esta bolsa tiene la forma de una iguana.

Este sentimiento de protección creado por la presencia de una tortuga se encontraba también en el seno de algunas tribus africanas que han elevado este animal al rango de un verdadero tótem viviente.

En la mitología Senufo en la Costa de Marfil, aun es la tortuga que lleva el mundo sobre sí. La tortuga se vuelve aquí símbolo de sabiduría y de conocimiento dado que en su caparazón ella posee todo el conocimiento del mundo.

En la Grecia antigua, la tortuga es vista desde su interior. El reverso del caparazón representa la bóveda celeste y sus cuatro patas son los cuatro pilares del mundo. De este modo la tortuga protege el mundo, asegurándole estabilidad y equilibrio. Si recordamos el que el cielo ha sido siempre representado como una bóveda hemisférica y la Tierra como una extensión chata de forma circular, comprendemos rápidamente porqué para todos los pueblos del mundo la tortuga es una representación del Universo. Entre la cúpula del reverso y la superficie del peto, la tortuga era la imagen perfecta del mundo intermedio en el cual viven los hombres entre el universo estrellado y el suelo terrestre. La tortuga es así un legítimo hilo que enlaza el Cielo y la Tierra. Necesariamente, ésta debiera poseer poderes fabulosos de conocimiento y adivinación. Debiera ser también un médium maravilloso capaz de revelar a los hombres los secretos de los dioses.

Es bien preciso comprender que en todas las sociedades primitivas o muy antiguas, el mundo es un espacio cerrado y replegado en sí mismo. Está el mundo terrestre, chato, bajo nuestros pies, rico y fecundo pero también portador de las más grandes catástrofes a causa de su cólera y su fuego devastador. Arriba hay una bóveda estrellada llena de misterios y silencios, que parece inamovible pero en la cual podemos notar que ciertas estrellas se desplazan sobre el fondo inmutable y a veces ocurren algunos eventos súbitos, como estrellas nuevas cuyo brillo extremo dura solo algunos días ( los cometas y también ciertas estrellas que la astronomía moderna llama las supernovas). Este cielo que no podemos tocar con los dedos aun en la cima de la más alta de las montañas, es entonces un mundo donde viven espíritus misteriosos, dotados de extraños poderes. No es extraño que en todas las civilizaciones antiguas, las estrellas y su posición están íntimamente ligadas a la presencia de los dioses, de los héroes y de los animales legendarios. Entre los dos se sitúa el hombre, pequeño, perdido en sus pensamientos frente a este mundo inmenso tanto por debajo sus pies como por arriba de su cabeza. Durante toda su vida humana, hasta el siglo XX y por todo el mundo, el cielo parecía inmutable por encima de nuestras cabezas y progresaba a paso lento sobre los eventos de la historia bajo nuestros pies. La tortuga, por su forma y su indolencia constituye un símbolo perfecto de la marcha y del aspecto del mundo. Su espaldar arqueado y además, circular repleto de motivos, parece ser una representación en miniatura de la bóveda celeste.

Su peto, bien achatado, que le sirve de base y de apoyo al suelo parece ser también una imagen perfecta del suelo que nos rodea hasta el horizonte visible a nuestros ojos. Entre los dos se encuentre el ser viviente, la carne, la sangre, el misterio de la Vida. Las cuatro patas de la tortuga con su color y su textura que curiosamente recuerda también a las patas de los elefantes, son los cuatro pilares que permiten que esta bóveda se mantenga correctamente por encima del suelo. Una tortuga que se voltea es una abominación y un presagio funesto, dado que esto representa la caída del cielo y convulsión del mundo.

Hay que recordar también que no hace mucho aun en la mayor parte de las regiones del mundo la esperanza de vida de los hombres no pasaba los cuarenta o cincuenta años. Por el contrario, la tortuga es un animal cuya duración de vida es muchas veces el doble! Se la veía nacer pero no morir. Para un hombre, ella representaba entonces casi un ser inmortal, dotado de poderes extraños que permitían esta extensión de vida inimaginable para un hombre.

Así, la tortuga representa un símbolo de la longevidad… pero en detrimento de ella puesto que es evidente que alimentarse de la carne de la tortuga constituía no solamente una fuente de fuerza y sabiduría sino también la certeza de una larga vida.

Los poderes mágicos de la tortuga en lo tocante a la longevidad y a la fuerza vital fueron estudiados científicamente tanto en Roma como en Grecia y en China. La salud casi inalterable de la tortuga, no podía encontrar su origen más que en la composición de su carne y de su caparazón.

Esta farmacopea china, que para nosotros los habitantes de occidente parece hoy en día tan extraña, la hemos conocido en la Antigüedad europea. Hoy, en un mundo en el que la tecnología y el modernismo han conquistado hasta los pueblos más perdidos de la tierra, el símbolo de la tortuga cambia poco a poco. Los hombres ya no creen en el poder del cielo y se creen capaces de explicar todos los fenómenos de la naturaleza. La tortuga se ve poco a poco relegada al rango de vieja tradición empírica, símbolo de la ingenuidad de los ancestros, de la ignorancia y del miedo irracional del mundo.

Es asi que este maravilloso animal, antaño venerado como un verdadero intermediario entre el mundo material y el mundo espiritual, pierde su importancia en nuestra civilización moderna planetaria, encontrándose solo, frente a un Hombre que se aleja lentamente de la naturaleza que lo vio nacer.

Momo: el juego del tiempo


Texto: Ángel Alonso Salas, en Paradojas
Imagen: Momo de Laczo



A manera de introducción:

El problema del tiempo es una de las temáticas que mayor atención y pasión han generado en los grandes filósofos, científicos, artistas y pensadores. ¿Por qué no hacer mención de las secciones de Las confesiones de San Agustín, en donde se narra de manera magistral, un acercamiento a aquello que es el tiempo, o bien, hablar de los conceptos y teorías de Isaac Newton o de Albert Einstein que desarrollaron sobre este tema, en diferentes campos de la ciencia? ¿Por qué no hacer alusión a la Persistencia de la memoria de Salvador Dalí, al marketing de marcas como Swatch o Nivada, o bien, apelar al símbolo e imagen del reloj de arena? Sencillamente, porque la pretensión de este escrito es mostrar la manera en la que Michael Ende, de una manera lúdica, sencilla y seria, transmite aquello que es el tiempo, por medio de una novela infantil-juvenil: Momo. A través de la trama de una historia y del recurso de una serie de personajes como Casiopea, el maestro Hora, Momo, los hombres grises, Beppo el barrendero, etc., la novela de Ende, plantea todas las implicaciones y entramado implícito en la comprensión de aquello que ha sido uno de los mayores inventos de la especie humana: el tiempo.


Si alguna vez, nos hemos dado cuenta de que el tiempo transcurre de manera muy rápida o de manera muy lenta, y desconocemos las causas por las que tenemos esta percepción o los motivos por los que nos pasa esto, entenderemos parte de la trama de la historia. O bien, si en algún momento hemos sentido que no nos alcanza el tiempo para hacer nuestras actividades o que hay veces en que nos sobra tiempo, podremos comprender la crítica planteada a nuestras sociedades contemporáneas y, percatarnos acerca de la problemática de comprender qué es el tiempo y porqué en ocasiones es tan breve o pesado para el ser humano. En ambos casos, nos enfrentamos a una paradoja: el tiempo es a veces corto y a veces largo, existen diferentes tipos o concepciones del tiempo, cuando solo hay un único tiempo.

Sin lugar a dudas, la novela de Momo es ejemplar, es una obra no sólo bella y rica en significado y contenido, sino que es una de las contadas obras que dejan un mensaje, un contenido profundo y significativo, y que al ser tan accesible al entendimiento humano, se le puede sacar mucho provecho a la reflexión sobre dicha historia. No contaremos con lujo de detalle la trama, sino solamente mencionaremos algunos fragmentos de esta historia, para tratar de esbozar una aproximación al problema filosófico y humano que genera la comprensión sobre el tiempo. Para llevar a cabo este cometido, se hará mención de dos textos que a mi juicio, nos brindan herramientas para elaborar una reflexión particular sobre esta cuestión. Dichos textos son Sobre el tiempo, del sociólogo Norbert Elias, y, Lo sagrado y lo profano del pensador Mircea Eliade.

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Leer Momo,no solo deja un buen sabor de boca a aquellos que no minimizan este texto por ser catalogado como pueril, es decir, “infantil” o “juvenil”,o bien, al pertenecer a la llamada “literatura fantástica”. Aquellos que se acercan a este texto por alguna razón y se dejan llevar por la narrativa y trama de Ende, de manera paulatina, accederán al ámbito de “lo fantástico”, en donde a partir de dicha argumentación, se produce una intriga sobre la comprensión de lo que es el tiempo, posibilitando el querer ser partícipes de la misión contra los hombres grises y de la preservación de las flores horarias en nuestra situación concreta.

Iniciemos esta sección con una aproximación a la significación del tiempo, y preguntémonos ¿Qué es el tiempo, cómo se mide, dónde se encuentra? Y seguramente, nuestro sentido común nos daría unas respuestas que no contestan las preguntas elaboradas. Para Norbert Elias, en su obra Sobre el tiempo, la noción del tiempo no encuentra su respuesta inmediata con una asociación a un reloj, ya que dicho aparato, no es el tiempo ni su representación, sino un medio por el cual se mide aquello que es el tiempo. El ser humano emplea el reloj o el calendario como un medio de regulación de comportamientos, conductas, compromisos y actividades de cualquier índole. Dicho con las palabras de Elias, “los relojes no son el tiempo. El tiempo mismo tiene un carácter instrumental de un tipo especial. Se enfrenta uno aquí con un problema peculiar: la cuestión sobre la relación entre el reloj y el tiempo” (1).

Ahora bien, entonces qué es el tiempo. Dicha noción se considera como un caso paradigmático, en tanto que  “utiliza símbolos –principalmente numéricos, en el actual estadio- para orientar en el incesante flujo del acontecer, en la sucesión de los eventos, en todos los niveles de integración: físico, biológico, social e individual” (2),  así como también es algo abstracto. Es uno de los conceptos que mayor trabajo le cuesta al ser humano asimilar, pues no es tangible ni visible, pero se utiliza en cualquier momento y damos por supuesto que comprendemos qué es. A pesar de que pueda ser considerado como un dato natural, tiene dos posibles interpretaciones, a saber: objetiva y subjetivamente. En dichas interpretaciones se “considera «objetivo», existente con independencia del hombre, y […] como una simple representación«subjetiva» aunada en la naturaleza humana. En esta confrontación de teorías sobre el tiempo -objetivista y subjetivista- se refleja una de las propiedades esenciales de la gnoseología filosófica tradicional. Se supone como algo obvio, la existencia de un punto de partida universal que se repite de modo permanente, una especie de inicio del conocer”(3).

El uso del tiempo es indispensable, no solo para calendarizar actividades o establecer una prioridad de actividades, sino también para el cálculo de las ciencias físico-matemáticas, médicas y como categorías religiosas y filosóficas. Ejemplos sobran, pero lo que cada una de estas ramas entiende por tiempo es muy diversa, ya que puede ir desde una unidad de medida hasta una categoría sintética a priori. Pero lo que podemos aseverar es el que el tiempo es algo que sólo le pertenece a los seres humanos, es una creación propia de nuestra especie y pareciera que a su vez, es algo innato. ¿Qué es entonces el tiempo? Para Norbert Elias, “los físicos siguen afirmando que miden el tiempo, utilizando para ello fórmulas matemáticas donde juega un papel la medida del tiempo como quantum definido. Pero el tiempo no se puede ver ni sentir, ni escuchar, ni gustar ni olfatear. La pregunta sigue flotando sin obtener respuesta: ¿Cómo puede medirse algo que los sentidos no pueden percibir? Una hora es invisible” (4).

Vayamos ahora, a la novela de Momo. La historia, grosso modo, consiste en la existencia de una niña llamada Momo, que vive en el anfiteatro de la ciudad. No tiene familia, pero todos los niños de la ciudad son sus amigos. Sin embargo, llegan los hombres grises y empiezan a cambiar y a manipular los usos y costumbres de los habitantes de la ciudad, con la misión de “hacer que no se desperdicie el tiempo en cosas absurdas”, y paulatinamente, todos cambian su forma de vida, excepto Momo. Con la ayuda de Casiopea y las enseñanzas del Maestro Hora, Momo puede hacer frente a los hombres grises y recuperar el tiempo perdido. En dicha aventura, Momo comprende qué es el tiempo y la importancia que éste tiene, por lo que se debe preservar y evitar el seguir los falsos consejos de los hombres grises.

Michael Ende, por medio de la historia, nos explica en un lenguaje metafórico en qué reside la problematización y sentido que tiene el tiempo, ya que, “existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se ponen a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esta cosa es el tiempo. Hay calendarios y relojes para medirlo, pero eso significa poco, porque todos sabemos que, a veces, una hora puede parecernos una eternidad, y otra, en cambio, pasa en un instante; depende de lo que hagamos durante esa hora. Porque el tiempo es vida. Y la vida reside en el corazón” (5).

¿Qué significa que la vida resida en el corazón y que el tiempo es vida? ¿Por qué usar esa metáfora? ¿Acaso el tiempo es subjetivo? Existen ocasiones, en que a pesar de que podamos constatar de manera objetiva que el tiempo es el mismo, por ejemplo, la duración de una clase de matemáticas o de filosofía, comparadas con las clases de educación artística o educación física. Todas las asignaturas duran lo mismo, pero muchas veces el “tiempo pasa más rápido”. Y cuando queremos que fluya con velocidad el tiempo, parece que el segundero va más lento. Con esto, podemos percatarnos que no solo dependiendo de lo que realicemos en cierto espacio temporal, sino que de acuerdo a la disposición anímica que tengamos, creeremos subjetivamente que el tiempo fluye a distinta velocidad, aunque como en los casos anteriores, la duración de la asignatura, es objetivamente la misma. En lo que respecta a la comparación con el corazón, es algo que veremos más adelante. Veamos un poco la historia de Momo y pensemos qué tanto nos habla esta novela a nuestras sociedades contemporáneas.

En la novela de Momo, el primer personaje de la ciudad a quien se le aparecen los “hombres grises” (personas que siempre están vestidos de un traje de color gris, que llevan un portafolio y siempre fuman un cigarro y se la pasan “a las prisas”, haciendo cuentas y entrevistando gente, es decir, el típico ejecutivo, empresario que vemos en nuestras ciudades, y que en el fondo es la representación de cualquier habitante de una gran ciudad, o inclusive, de nosotros mismos) es al señor Fusi, el peluquero. Cuando uno de los hombres grises habló con él, le hizo saber cuánto tiempo destinaba a cosas que no eran primordiales, y que en el fondo estaba desperdiciando tiempo vital. La cuenta la hizo diaria, semanal, mensual y hasta anual, para que se percatara que el tiempo que dedicaba a regar plantas, ver a su mamá, platicar con los clientes, podría suprimirlo y trabajar más, por lo que maximizaría el tiempo y sus horarios, teniendo como consecuencia un mayor ingreso económico. Dicha cuenta hecha, segundo a segundo, era exacta, por lo que no le quedó de otra al señor Fusi que aceptar que dedicaba mucho tiempo a cosas que no eran redituables. Finalmente, el hombre gris le comentó al señor Fusi “usted sabrá cómo se ahorra tiempo. Se trata simplemente, de trabajar más de prisa, y dejar de lado todo lo inútil. En lugar de media hora, dedique un cuarto de hora a cada cliente. Evite las charlas innecesarias. La hora que pasa con su madre la reduce a media. Lo mejor sería que la dejara en un buen asilo, pero barato, donde cuidaran de ella, y con eso ya habrá ahorrado una hora” (6). Dicho comentario fue impactante para el señor Fusi, pero él creía que habían muchas cosas ciertas, por lo que aceptó el contrato que hizo con el hombre gris, para administrar mejor el tiempo y no desperdiciarlo en nimiedades. Cuando desapareció el hombre gris, también se fue desvaneciendo el humo del cigarrillo del hombre gris, así como también “palidecían también las cifras del espejo. Y cuando se borraron del todo, se borró también la memoria del señor Fusi el recuerdo de su visitante gris: el recuerdo del visitante, no de la decisión. Ésta la consideró ahora como propia. El propósito de ahorrar tiempo para poder empezar otra clase de vida en algún momento del futuro, se había clavado en su alma como un anzuelo”(7). ¿Qué ganan los hombres grises con esos contratos? La administración del tiempo ajeno, les da a los hombres grises más tiempo y se roban el tiempo de los hombres para tener más vida y producir sus cigarrillos.

Cualquier persona podría pensar que con dicho ahorro de tiempo y con una mayor optimización de actividades, energía y tiempo, se pueden alcanzar más objetivos y por ende, rinde más el día, pues es algo que hacemos de manera frecuente. No nos alcanza el tiempo para nuestras cosas, nos la pasamos corriendo, yendo de un lugar a otro y dejando de lado las cosas importantes por las cosas urgentes. En la novela, el señor Fusi fue el primero de muchos, y posteriormente, todos vivían en un mundo ajetreado, lleno de responsabilidades y de actividades, siempre con escasez de tiempo para desarrollar todas las actividades planteadas. Momo se percata, que “nadie se daba cuenta de que, al ahorrar tiempo, en realidad se ahorraba otra cosa. Nadie quería darse cuenta de que su vida se volvía cada vez más pobre, más monótona y más fría. Los que lo sentían con claridad eran los niños, pues para ellos nadie tenía tiempo. Pero el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón. Y cuanto más ahorraba de esto la gente, menos tenía” (8).

¿Qué podría decir Elias, de dicha categorización del tiempo? En primer lugar, que “la actividad de determinar el tiempo y el concepto del tiempo no deben considerarse de manera aislada, pues pertenecen indivisiblemente a una imagen global que los hombres poseen acerca de su mundo y de las circunstancias en que viven” (9). Y en segundo lugar, que “un momento determinado en un flujo continuo adquiere un carácter de un presente frente a otros que se presentan como pasado o futuro. Únicamente en relación a un hombre que lo experimenta. Como símbolos de unidades temporales vividas, estas tres expresiones no sólo representan una secuencia, como lo hacen «año» o «causa y efecto», sino también la presencia simultánea de las tres unidades temporales en la vivencia humana. Se diría que «pasado», «presente» y «futuro», aunque son tres palabras distintas, constituyen un concepto único” (10).

Momo fue asediada por un hombre gris, pero no cayó en el engaño de nuevos juguetes o de utilizar el tiempo para cosas más productivas. Se percató de los planes de los hombres grises y trató de advertir a sus amigos y mayores. Pero al ser una niña, nadie tomó en serio sus palabras y suponían que era la imaginación de Momo o que era uno de los tantos juegos o alguna de las etapas que adolece cualquier niño, por lo que paulatinamente, Momo se fue quedando sola. Sin embargo, Momo recibió la ayuda de Casiopea, y pudo conocer al Maestro Hora. Momo convive y dialoga con el Maestro Hora, acerca del daño que producen los hombres grises en los hombres. Paulatinamente, Momo contesta una serie de acertijos, cuya finalidad es comprender la significación del tiempo, y se percata que el tiempo siempre está allí, “no se le puede tocar. Ni retener. ¿Acaso sea algo parecido a un olor? Pero también es algo que siempre pasa. Así que tiene que venir de algún lugar. ¿Acaso es algo así como el viento? O no. Ya lo sé. Quizá sea una especie de música que no se oye porque suena siempre. Aunque creo que ya la he oído alguna vez, muy bajito […] Pero aún tiene que ser algo más […] porque la música venía de muy lejos, pero sonaba dentro de mí. Puede que con el tiempo ocurra lo mismo” (11). Si esto es así, entonces qué tienen que ver los relojes, porque también ellos miden el tiempo y cumplen con la caracterización anterior. El Maestro Hora le explica a Momo que los relojes “sólo son reproducciones imperfectas de algo que todo hombre lleva en su pecho. Porque al igual que tienen ojos para ver la luz, oídos para oír los sonidos, tienen un corazón para percibir, con él, el tiempo. Y todo el tiempo que no se percibe con el corazón está tan perdido como los colores del arcoiris para un ciego o el canto de un pájaro para un sordo. Pero por desgracia, hay corazones ciegos y sordos que no perciben nada, a pesar de latir” (12).

Finalmente, el Maestro Hora hace reflexionar a Momo sobre la existencia de una enfermedad que ha atacado a los seres humanos, la cual “al principio apenas se nota. Un día ya no se tiene ganas de hacer nada. Nada le interesa a uno, se aburre. Y esa desgana no desaparece, sino que aumenta lentamente. Se hace peor de día en día, de semana en semana. Uno se siente cada vez más descontento, más vacío, más insatisfecho con uno mismo y con el mundo. Después desaparece incluso este sentimiento y ya no se siente nada. Uno se vuelve totalmente indiferente y gris, todo el mundo parece extraño y ya no importa nada. Ya no hay ira ni entusiasmo, uno ya no puede alegrarse ni entristecerse, se olvida de reír y llorar. Entonces se ha hecho el frío dentro de uno y ya no se puede querer a nadie. Cuando se ha llegado a este punto, la enfermedad es incurable. Ya no hay retorno. Se corre de un lado a otro con la cara vacía, gris, y se ha vuelto uno igual que los propios hombres grises. Se es uno de ellos. Esta enfermedad se llama aburrimiento mortal” (13). ¿No es acaso un diagnóstico muy acertado de muchas personas conocidas, o inclusive, de uno mismo? Aquellos que necesitan siempre hacer algo, que consideran los domingos como días en los que no hay nada que hacer, y otros tantos que la monotonía, la rutina, el hacer siempre lo mismo y al no poder modificar las elecciones preferenciales o existenciales que han hecho, se convierte el ser humano en un ser frío, amargado, apático, monótono, se siente “uno más”, esos son los hombres grises.

En la novela, una vez que Momo ha comprendido todo esto, con la ayuda de Casiopea, combate con los hombres grises y logra recuperar el tiempo perdido, y salvar así a sus amigos de convertirse en hombres grises, y todo vuelve a ser como antes: la prioridad no es el trabajo, también hay tiempo para el descanso, la charla, el juego, el atender a los niños, el visitar y conversar con los seres queridos, etc. Podríamos decir que la moraleja del cuento, consiste en valorar lo que hacemos, en dar prioridad a las actividades que realizamos sin creer que perdemos el tiempo con cosas no “redituables”, sino el volver a las actividades, a los pequeños detalles y actitudes que son significativos en nuestra vida, con los cuales le encontramos un sentido a nuestra existencia.

¿Pero qué es entonces el tiempo? Hemos visto que no podemos definir qué es con exactitud, sin embargo, puede ser apreciado de manera subjetiva u objetiva, y que según Elias, es una experiencia interior y de acuerdo a Ende, reside en el corazón. ¿Acaso podemos hablar con claridad de dos tiempos o apreciaciones distintas a partir de un estado de ánimo? ¿Tendría alguna validez? Aunque a primera vista, pareciera que hablamos de dos concepciones distintas y que podría establecerse alguna confusión, en el fondo estamos haciendo referencia a dos distintos tipos de catalogar o vivenciar un mismo fenómeno humano: el tiempo. Mircea Eliade, en su texto Lo sagrado y lo profano, explica que desde las culturas antiguas o primigenias, sin importar el tiempo o latitud en la que hayan surgido, los seres humanos han hecho uso de dos formas distintas de emplear y vivenciar el tiempo, a partir del tiempo de lo sagrado y de lo profano. Veamos esto con detalle.

Para Eliade, hablar de lo sagrado y lo profano constituye “dos modalidades de estar en el mundo, dos situaciones existenciales asumidas por el hombre a lo largo de su historia” (14). En donde “el tiempo sagrado es por su propia naturaleza reversible, en el sentido de que es, propiamente hablando, un tiempo mítico primordial, hecho presente. Toda fiesta religiosa, todo comienzo litúrgico consiste en la reactualización de un acontecimiento sagrado que tuvo su lugar en un pasado mítico, «al comienzo». Participar religiosamente en una fiesta implica salir de la duración temporal «ordinaria» para reintegrar el tiempo mítico reactualizado por la fiesta misma” (15), es decir, nos aproxima al misterio. Mientras que el tiempo profano, es aquel en el que nos regimos mediante el año civil, y que aparece en calendarios de clases, en nuestros aparatos celulares, en los relojes, el que hacen mención en los noticieros, etc. Pongamos un ejemplo para explicar estas dos posibilidades existenciales de comprender y vivenciar el tiempo. Para la gran mayoría de las personas, la celebración de la Navidad (24 de diciembre es una fecha especial, no es cualquier día). Ya sea porque reciben regalos de Santa Claus; porque se dejan llevar por el “espíritu navideño”; porque es un día en que se procura reunir toda la familia para cenar juntos, brindar, hacer regalos de intercambio, etc., o bien, porque se conmemora un año más de la Natividad de Cristo. Para aquellas personas, que por alguno de los motivos mencionados, esta fecha es importante, en mayor o menor medida, dicho día se convierte en un tiempo sagrado. Es decir, es una fecha especial, donde se celebra algo importante, y que aunque digamos qué es, pareciera que lo que se ha organizado o lo que se espera de este día, no se reduce a un evento de marketing o una rutina, es algo especial, que se ha esperado desde hace tiempo, y que constituye un día diferente. Ahora bien, para todos aquellos que piensan que eso es una mentira, que es una manipulación del capitalismo, que es un día más, común y corriente, etc., para ellos, este día es lo que Eliade considera el tiempo profano. El tiempo profano es un día más, no existe diferencia entre el día anterior y el que sigue, pues se siguen haciendo las mismas cosas y no hubo una celebración que fuera significativa y diferente a las demás. Y podríamos dar otros ejemplos: el aniversario de bodas, el día de nacimiento de alguien, la fiesta patronal de una Iglesia, la conmemoración del día de la Independencia, el aniversario luctuoso de un ser querido, etc.

¿Qué significación tienen estas dos posibilidades de hablar del tiempo, ya sea como sagrado o como profano? En lo que respecta a la novela de Momo, el tiempo de lo profano, es aquel que indican los hombres grises, constituye una rutina, una serie de actividades que uno debe hacer y en las que no existe ago especial o significativo, simplemente es cumplir con el horario asignado; pagar las cosas en su debido tiempo; entrar y salir a la hora indicada para no tener retardos o faltas; asistir a compromisos escolares, laborales o sociales, etc., es decir, una mera sobrevivencia, un vivir por vivir. Algo que nosotros hacemos siempre, es el permanecer en el calendario civil. En cambio, el tiempo de lo sagrado, supone una ruptura con lo cotidiano, con la rutina, con el deber ser y deber hacer. En ocasiones, una simple conmemoración o celebración de algo que sea significativo o especial, se convierte en algo sagrado, algo que le otorga sentido al que participa en dicha festividad. Para Eliade, muchas veces, lo sagrado nos remite a la conmemoración de un mito, de algo que queremos reactualizar o conmemorar. Por ejemplo, al celebrar el día de muertos; la independencia de nuestro país; la fiesta de San Ignacio de Loyola, el aniversario luctuoso de John Lennon, o que hace “X” tiempo nació nuestro hijo, no estamos repitiendo dicho acontecimiento, sino que a partir de la conmemoración de dicha fecha, reactualizamos una alegría, un compromiso, una vivencia que nos dejo aquella fecha inicial, y hacemos una especie de juego, de valoración, y de gozo inexplicable por recodar que hace “X” tiempo, pasó algo que nos marcó, que sigue estando vigente en nuestras vidas y que por insignificante que sea, es una de las cosas más importantes y que le otorgan sentido a nuestra existencia. Dicha conmemoración, da fuerzas para continuar en la rutina, en lo de siempre. Y efectivamente, seguirán pasando de manera objetiva Navidades, independencias, fiestas, cumpleaños, aniversarios,etc., pero cada una de ellas será algo especial y diferente a las anteriores conmemoraciones. Esto no sólo podemos valorarlo de manera subjetiva, sino también objetivamente.

Es importante destacar, que la vivencia del tiempo sagrado no implica el pertenecer a algún credo o ideología específica, aunque en contadas ocasiones participa del tiempo sagrado. Eliade pone énfasis en la manera en que distintas culturas a lo largo de la historia relacionan el culto mistérico, con una celebración religiosa, la cual no solo da sentido a la población, sino que también genera mitos, valores, costumbres, ritos e identidad a una sociedad. Eliade reconoce que “para el hombre no religioso, el tiempo no puede presentar ni ruptura ni «misterio»: constituye la más profunda dimensión existencial del hombre, está ligado a su propia existencia, pues tiene un comienzo y un fin, que es la muerte, el aniquilamiento de la existencia” (16). Y esto es lo que podríamos decir que les pasó a los hombres grises y a aquellos que se dejaron influenciar y convencer en el ahorro y maximización del tiempo. Mientras que Momo, al contar con las flores horarias, y percatarse que el tiempo residía en su corazón, en aquello inmediato que puede vivencia, compartir y transmitir alegría, es decir, a la vida misma, constituye el tiempo sagrado. Obviamente, la metáfora a la que recurre Ende de comparar el reloj con el corazón es muy acertada, no sólo por equiparar el tic tac con los latidos, sino que la vivencia de lo sagrado o lo profano, la subjetividad u objetividad del instante y el hecho de que el tiempo transcurra de manera lenta o corta, es algo que podemos entender y compartir, haciendo referencia a nuestro sentir, a nuestro latir, a la interiorización y valoración de nuestro modus vivendi que encuentra en el corazón un indicio. Sería interesante el reflexionar sobre los motivos que han tenido diversas culturas para identificar a lo esencial de la vida con el corazón, o bien, con la significación del tiempo. Sin embargo, eso será labor de otro escrito. Quedémonos con la propuesta de la novela de Ende, en donde encontramos una forma de que el ser humano tome conciencia de lo que está haciendo con su tiempo y la manera en que vive y lleva su vida.



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BIBLIOGRAFÍA.
Eliade, Mircea. Lo sagrado y lo profano. Traducción de Luis Gil Fernández y Ramón Alfonso Diez Aragón. Barcelona: Ed. Paidos, 1998.
Elias, Norbert. Sobre el tiempo. Traducción de Guillermo Hirata. México: F.C.E., 1989.
Ende, Michael. Momo. México: Ed. Alfaguara, 1990.


NOTAS A PIE DE PÁGINA.
Norbert Elias, Sobre el tiempo. Traducción de Guillermo Hirata. México: F.C.E., 1989, p. 23.
Ibid., p. 24.
Ibid., pp. 14-15.
Ibid., p. 11.
Michael Ende, Momo, México: Ed. Alfaguara, 1999, p. 63.
Ibid., pp. 73-74.
Ibid., p. 75.
Ibid., pp. 78-79.
N. Elias Op. Cit., p. 195.
Ibid., p. 88.
M. Ende, Op. Cit., p. 162
Ibid., p. 163.
Ibid., pp. 246-427.
Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano. Traducción de Luis Gil Fernández y Ramón Alfonso Diez Aragón. Barcelona: Ed. Paidos, 1998, p. 17.
Ibid., p. 53.
Ibid., p. 55.


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